Antes del congreso del Partido Popular había cierta expectativa sobre el grado de autocrítica que iba a haber, la capacidad de acercarse al centro político y la autonomía con la que salía del congreso Mariano Rajoy. El resultado ha sido sumamente clarificador de la manera en que entienden la política la mayoría de sus dirigentes.

Nada de autocríticas a pesar de haber perdido las elecciones. En unos casos porque éstas solo se hacen cuando se está en el gobierno, aunque nunca se hayan hecho, y no en la oposición, pues reconocer errores debilita. En otros, y esto es lo más preocupante, porque se considera correcta la política hecha y el único problema es que el PSOE, con mentiras, les ha robado las elecciones.

El congreso del PP ha sido un acto de exaltación de políticas y valores de derechas con numerosos gestos autoritarios y revanchistas que todo apunta a que se van a extender a los congresos de las diferentes comunidades autónomas y que van a condicionar la vida política en los próximos tiempos.

En esta coyuntura no es de extrañar que el grupo parlamentario del PP pida el cese de Mercedes Gallizo como directora general de Instituciones Penitenciarias. Y lo hace no tanto por los cambios producidos en las direcciones de diferentes prisiones como por el giro de 180 grados que se pretende dar a la política penitenciaria.

Durante los gobiernos del Partido Popular se han endurecido las leyes y se ha incrementado la población reclusa en más de 12.000 personas entre los años 2000 y 2004 sin que se haya construido ni un solo nuevo centro penitenciario. Claro que la pretensión del PP no era la reinserción social de la población reclusa, ni siquiera mejorar sus condiciones de vida. La apuesta por humanizar las prisiones y utilizar el tiempo que deben pasar en ellas para facilitarles a los reclusos su vuelta a la sociedad parece que es demasiado fuerte para el PP. Desde luego son diferentes formas de hacer política.

*Sindicalista