Q ue es la perfección de las otras dos, el exceso de la igualdad y el colmo de la libertad, la gracia, el carmullo y la guinda de la tarta que es la vida y sin ella la empanada, que en eso se queda todo sin la fraternidad. «No es bueno que el hombre esté solo», palabra de Dios. Ni la mujer, por supuesto. Después de crear todas las cosas se dijo Dios: «Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza» (Gén.1,26). «Y creó Dios al hombre a imagen suya, a imagen de Dios lo creó, y los creó macho y hembra» (Gén. 1,27). Así se cuenta en el Génesis, eso es lo que se dice. Y lo que se quiere decir es que Dios ni está solo ni quiso que lo estuviera el ser humano. De ahí que el hombre lo sea en compañía, como Dios que es Amor. Y nosotros, que solos no somos nadie, seamos con el amor fraterno lo que Dios quiere.

Pero en este mundo donde cada quien va a su bola aunque no tenga ninguna, el individualismo no tiene sexo. Hay féminas que lo son en demasía y patriarcas con dos en pertinaz ejercicio. Es de noche en todas partes o es como si lo fuera. Las personas reducidas o retraídas como individuos se demoran y viven sin vivir, ensimismadas. Metidos en un agujero, enrollados o embalados, encogidos en todo caso, los individuos carecemos de un sol que salga para todos. El individualismo egoísta es de corto alcance y no ve un palmo más allá de las narices. El que no está encerrado como piedra de tropezar -duro e impenetrable-es como una bala perdida. De no hacer como los caracoles que se mueven despacio sin salir de casa y sacan sólo los cuernos y la mala baba -¡eso sí!- como cualquier miserable, eso es todo lo que hacemos o se hace en este mundo bajo el clima dominante del individualismo más egoísta.

Pienso que el amor es libre y que solo se puede amar desde la libertad. Pienso que no es lo mismo querer lo que apetece: la real gana -que eso es capricho o libertad de las cabras- que el amor libre y responsable. Y que todo lo que pienso -eso creo- lo he de pensar con mi cabeza pues no hay otro modo de hacerlo. Lamento que la libertad de prensa, de palabra y de opinión no sean derechos respetados en todo el mundo. Pero, sobre todo, considero que es peor aún no pensar libremente; es decir, no pensar en absoluto cuando siempre se puede y nada lo impide. Y más aún dejar de ser libres porque a veces ya no se queremos. Estoy convencido de que la libertad y el amor nos hacen humanos, y que no pasamos de ser unas bestias de lo contrario. Considero que la fraternidad es la perfección y pienso como aquel rabino que enseñó a saber en qué consiste y cuándo comienza: «Es cuando tú miras -le dijo a su discípulo- en el rostro de cualquiera y puedes ver en él la cara de tu hermano o de tu hermana. Hasta que no llega esa hora la noche se extiende sobre nosotros» (Cfr. Tugenhandt, E., Ethik umd Politik, Suhrkamp. Frankfurt 1992, p.64).

Y porque pienso así -lo confieso- he de confesar que no siempre hago lo que debo. Ni más ni menos que un pobre diablo. Lo que no quita sin embargo un ápice a la verdad que proclamo libremente, sin recompensa que no pretendo ni pedir disculpas que no se merecen. No soy perfecto, nadie lo es en verdad si eso es lo que busca. Creo que la Paz -que no podemos hacer- no es de este mundo; pero sí las paces que podemos hacer aquí y ahora, y dar un paso hacia la fraternidad universal. Ampliar el nosotros sin fronteras ni prejuicios, el horizonte de la esperanza que trabaja, abrir los brazos, el corazón y la cabeza, abrirse hacia delante: caminar. Salir del agujero... hasta llegar a la casa común. Más allá de las patrias, de las identidades colectivas contra los otros. Sin fanatismos de clase y de ninguna especie. Sin renunciar nunca a la libertad de todos. Y desde la libertad hacia la fraternidad sin fronteras, horizontal. Sin levantar pirámides o sistemas que no son más que tumbas en el desierto.

Aquí y ahora, compañeros y compañeras, no hay otra salida que el camino que sale al encuentro y no el que sigue, que ese es de las ovejas o de Vicente. Y menos el que persigue... por la espalda o cierra el paso. Que estos matan o llevan a la muerte, que es tal vez lo que nos pasa y nunca lo que hacemos en vida y por la vida. Como es o sería pensar y amar desde la libertad, entendernos como personas y querernos como hermanos. Que así sea.

*Filósofo