Celebrada ayer por los seguidores del Zaragoza y por todos los aragoneses, la extraordinaria victoria en la Copa del Rey viene a ser un aldabonazo sobre las posibilidades de un equipo y de una empresa que a partir de hoy debe aspirar a mucho más.

Desde el mismo momento en que llegó a la final, el Zaragoza, en una campaña irregular, extraña y contradictoria, reivindicó sobre la marcha su histórica condición de equipo copero. De alguna forma fue como si un viejo espíritu de lucha se encarnase en el Club devenido en Sociedad Anónima Deportiva, tras su destierro a Segunda y pese a la errática forma en que viene siendo gestionado.

Este es el momento más adecuado, cuando queda por delante la disputa la Copa de la UEFA, de que el propietario y directivos del Zaragoza se planteen una apuesta decidida por su propia empresa. Conscientes de la capacidad de representación social y territorial que tiene un equipo de fútbol de gran proyección, ni la ciudadanía ni las instituciones van a regatear su apoyo a la SAD. Pero, a su vez, ésta debe también establecer sus propios compromisos, profesionalizándose, modernizando sus propias estructuras y creyéndose su propio e importante papel. Como ayer.