Y ETA vuelve a salir en el debate parlamentario, cuando hace más de ocho años que terminó el terrorismo. Y no como un homenaje a las víctimas, que es lo único que deberíamos hacer, sino como instrumento para deslegitimar al PSOE.

Cuando se les acabó el discurso de la España se rompe, del peligro del comunismo o la fractura de la Constitución, vuelven a hablar de terrorismo incluso haciendo negacionismo sobre el fin de la banda. Porque todo va a servir para desestabilizar a la mayoría que hoy inviste al Gobierno. Los que se muestran tan preocupados por la integridad y el cumplimiento de la legalidad en nuestro país, llaman al transfuguismo, a las amenazas, a ocupar las calles porque no quieren reconocer al Ejecutivo legítimo que saldrá del Parlamento, sede de la soberanía nacional, según la regulación constitucional.

El espejismo de romper el bloqueo, en el caso de Casado y Arrimadas, duró lo que la campaña electoral, inmediatamente después surgió la furia contra el acuerdo con Podemos. No aceptaron la posibilidad de no ser imprescindibles para formar Gobierno, no exigían un acuerdo sino una rendición del PSOE. La abstención de ERC y Bildu les serviría si ellos fueran los beneficiarios, como les ha servido otras veces. Marcan una línea de idoneidad que supera Vox, y que alcanzan JxCat y las CUP, contra los que no lanzan ninguna invectiva porque van a votar no a Sánchez. Pero ¡ay! el peligro desestabilizador de Teruel Existe, que llevaría a la risa sino fuera porque más bien producen miedo los ataques de los que están siendo víctimas.

Miedo y desestabilización es lo que pretenden los gritos, los pataleos, los insultos de la derecha parlamentaria. Haría bien el resto de los grupos en no entrar en esta continua provocación. Los deseos de tener otra realidad política se revelan como inútiles, este es el tono y la estrategia que van a marcar los próximos años, ha quedado de manifiesto que cualquier acuerdo entre izquierda y derecha va a ser muy difícil de alcanzar, porque la razón de Estado ha desaparecido y el centro político ha sido fagocitado por los modos voxistas.

El aire irrespirable que buscan se aligerará si el Gobierno acierta con políticas posibilistas que reviertan los recortes sociales, devuelvan la seguridad jurídica a los trabajadores, promuevan un modelo de modernización de nuestra economía y sobre todo frenen la desigualdad social.

Así que, entre la esperanza y el apocalipsis, disculpen, pero yo me quedo con la primera.