El sentido de la vida es el título de una buena y divertida película de los ingleses Monty Python (autores a su vez de La vida de Bryan) que se estrenó en el ya lejano 1983, y que sin embargo goza de una siempre jovial y renovada actualidad. Hecho que, seguramente, se debe a que El sentido de la vida se lanza al abordaje, con inteligentes dosis de humor, de la formulación de una pregunta a la que todas las personas -sin excepción- estamos obligadas a dar una respuesta: ¿cuál queremos que sea nuestra misión en la vida? La cuestión nos aboca a la gélida soledad (solos nacemos y solos morimos) de tener que elegir libre y racionalmente cuál queremos que sea nuestro destino y cuál el fin (la meta que nos proponemos alcanzar) que dote de sentido a nuestra existencia.

Varios años antes de que los Python estrenaran su película sobre el sentido de la vida, un psiquiatra y filósofo de origen judío, -nacido en Viena en 1905- además de llegar a ser un reconocido profesor universitario a escala mundial (en los campos de la neurología y de la psiquiatría), también fue entre 1942 y 1945 «superviviente de cuatro campos -de concentración nazis- se entiende [los de Theresiendstadt, Auschwitz, Kaufering y Türkheim, estos dos últimos dependientes del macrocampo de exterminio de Dachau, que los nazis levantaron a tan solo 13 kilómetros de la ciudad alemana de Munich]. Y como tal superviviente quiero testimoniar el incalculable poder del hombre para desafiar y luchar contra las peores circunstancias que quepa imaginar».

Las frases que van en el entrecomillado son del propio superviviente de aquellos campos de la muerte, el psiquiatra Víctor Frankl (fallecido en Viena el 2 de septiembre de 1997), cuya traumática experiencia de tres años vividos bajo la tortura, la degradación humana y el horror (sus padres y su mujer fueron asesinados en las cámaras de gas) le llevó al descubrimiento de la logoterapia. Sucintamente, vendría a ser un tipo de psicoterapia a partir del logos (palabra griega que equivale a «sentido», «significado» o «propósito») centrada en el sentido de la existencia humana y en la búsqueda, por parte de cada persona, de los valores que dan sentido a su propia vida. No se trata en la logoterapia de la freudiana búsqueda del placer, ni tampoco del poder, sino de la búsqueda de sentido. De ahí el título de su libro, publicado por vez primera en 1959, El hombre en busca de sentido, declarado como uno de los diez libros de mayor influencia en América.

Y para ejemplificar cuál es el sentido de la logoterapia, nada mejor que la vida del propio Víctor Frankl, quien disponiendo de un visado de la Alemania nazi para viajar a los Estados Unidos, pudiendo así huir de las deportaciones, decidió quedarse junto a sus padres ya ancianos (a quienes los nazis les habían denegado la preceptiva documentación para viajar al exterior), y unas semanas después, por su condición de judíos, la familia fue deportada al completo al campo de Auschwitz.

La grandeza de la filosofía de Víctor Frankl es su fe infinita en las capacidades del ser humano, basada en el espíritu (personal, irrepetible y distintivo de cada cual) que nos permite cambiar nuestra actitud frente a lo inalterable, emanante de la libertad personal más profunda, alejada de toda resignación. Así, es en nuestra propia vida singular en donde reside la base de nuestra existencia, lo que equivale a decir que en todas las personas hay una fuerza interior que nos capacita para superar las adversidades.

Y no se trata de una teoría más sino de una realidad verificada por las investigaciones más actuales sobre los traumatismos (violación, duelos, catástrofes naturales…) que han hallado en las personas traumatizadas una fuerza de autosanación, llamada «recurso» o «resiliencia», que nace del propio sufrimiento, y que hace que la felicidad sea posible en cualquier momento, si vivimos desde el amor y afrontamos la realidad, pues con cada bocado de realidad, tomamos otro de eternidad, y más aún si lo aderezamos con un buen sentido del humor.

Una de las mejores frases de Víctor Frankl y su filosofía de la logoterapia es que «se puede retirar todo al hombre salvo una cosa: la última de las libertades humanas, la de su actitud personal frente a las circunstancias, a fin de elegir su propio camino».

*Historiador y periodista