Es difícil sustraerse a la sensación de que en este lío de la entrevista de Carod Rovira nada es como debiera. Este incidente clave de la precampaña favorecerá sin duda las expectativas electorales del PP... pero también de Esquerra Republicana. Corren buenos tiempos para los radicales y pésimos para quienes intenten apostar por alternativas intermedias o de compromiso. La democracia se repliega sobre sí misma, la lucha contra el terrorismo se consagra como coartada esencial de los liberticidas oficiales, y la alianza entre poder político, poder económico y medios de comunicación de masas (singularmente los audiovisuales) nos sitúa ante escenarios que recuerdan poderosamente las ficciones futuristas de Philip K. Dick ("¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?"/"Blade runner"), que por cierto es hoy un autor de moda y sigue inspirando inquietantes creaciones cinematográficas de notorios rasgos paranoides.

Carod la cagó, claro. Acosada por la policía a ambos lados de los Pirineos, con su organización descompuesta y lanzada a una deriva demencial y autodestructiva, ETA tal vez pueda todavía hacer correr sangre inocente, pero está empezando a dejar de ser un factor determinante en la política del País Vasco y de España. Concederle la importancia de una arriesgada cita clandestina no sólo constituye una bajeza moral al dar chance a una pandilla de criminales, sino también un acto inútil que sólo podría servir para dar oxígeno y presencia mediática a la banda. De las torpes y desafiantes explicaciones dadas por el secretario general de ERC cabe deducir que éste hizo lo que hizo movido por la soberbia nacionalista y con la intención de relanzar su apuesta rupturista e intentar ganar espacio político-electoral a costa de sus aliados y en particular del PSC-PSOE.

El PP es el principal beneficiado. Y esto nos lleva a la segunda parte de la cuestión, que en absoluto es baladí. La filtración al diario ABC de la entrevista Carod-ETA sólo pudo proceder de ámbitos gubernamentales y sólo pudo basarse en tres (inquietantes) supuestos. O bien el CNI seguía al conseller en cap y así supo de la cita en Perpiñán, o controlaba a Mikel Antza o a Josu Ternera y captó el encuentro desde la otra perspectiva... o las noticias sobre la reunión han llegado al aparato del Estado desde la propia ETA. Tres alternativas que implicarían terribles interrogantes y desde luego una utilización rastrera e inmoral por parte del Gobierno de los recursos públicos destinados a la lucha antiterrorista.

Uno pensaba que los intensos debates sobre el GAL habidos en la década pasada sentaron para siempre el criterio de que la necesidad de combatir el terrorismo no puede ser usada por ningún Gobierno como coartada magistral para sus particulares abusos. Claro que entonces no había sucedido el 11-S ni Estados Unidos estaba en manos de neo-conservadores fundamentalistas. Por otro lado, el GAL había sido cosa de los otros , del PSOE, y por eso la utilización del CESID de entonces como fuente sesgada de los datos que permitieron demoler el felipismo sólo causó escándalo entre los perjudicados y entre los demócratas más garantistas. Diez años después, los jefes del PP se parapetan en su empeño anti-terrorista para negarse a dar explicaciones sobre la famosa filtración .

Hay más. La polémica de estos días demuestra que sigue estrechándose el espacio democrático en relación no ya con la cuestión terrorista sino con las propuestas nacionalistas e incluso con cualquier tipo de disidencia. Desde los presupuestos liberales se podía abominar de ETA y admitir la solución policial para acabar con la banda y evitar sus crímenes, pero al mismo tiempo admitir el debate político sobre el futuro del País Vasco o sobre la pluralidad de España y las opciones para la vertebración territorial de su Estado. Ahora, cada vez es menos factible. O estás aquí, o allá; con el PP o con ETA. O apoyas la guerra en Irak o te alineas con Sadam y Bin Laden: O con Sharon o con Hamas. O con Bush o con el Eje del Mal... Peor todavía: si te pronuncias contra la guerra y la ocupación de Irak tal vez se te pueda considerar, por extraño rebote, un cripto-simpatizante de ETA (véase, si no, lo que le ha sucedido a la Academia y a la gente del cine).

Y en semejante contexto la moderación se esfuma, el Estado de Derecho se convierte en un Estado de las Emociones , las libertades se convierten en sospechosas y los radicales se adueñan del terreno. Bueno, más bien los radicales de derechas, que son quienes de verdad manejan hoy el cotarro. Los otros sólo sirven de pretexto para mantenernos a todos asustados y bajo control.