Hay un oasis entre el ruido desmedido de la meseta, que está lejos del fango político donde chapotea el populismo en la carrera de San Jerónimo y aún más distante de la propaganda de improvisación del palacio de la Moncloa.

Aragón goza de una unidad institucional modélica en plena pandemia del coronavirus que contrasta con lo que hay más allá de nuestras fronteras. En el momento vital más importante al que debe enfrentarse la comunidad aragonesa nuestras instituciones, por suerte, están al nivel de lo que se demanda.

La mitigación de la crisis sanitaria en el primer brote del virus con corona fideliza la imagen de algunos políticos por su buen hacer. Sin estridencias, justo en el punto que logra canalizar el acuerdo. El entendimiento en la gestión sin matices ideológicos.

La excepcionalidad nos confirma que los liderazgos no avistados en la cotidianidad resurgen de manera inesperada. No necesitamos maquinarias de propaganda en horario de máxima audiencia ni políticos que sonrían todo el día danzando por la calle para ganar popularidad durante el estado de alarma. Es el momento de líderes.

Los ejemplos han sido variados. La mayoría de ellos, desde Almeida o Colau pasando por el alcalde Azcón, han resplandecido por sus respuestas con fondo o en actuaciones tan precisas que han reconfortado a la ciudadanía con su buen hacer.

Y en Aragón el oasis lo lidera Javier Lambán. Hasta el punto de anteponer el interés general de los aragoneses antes que el bienestar político de Pedro Sánchez, su jefe de filas en el PSOE. Su declaración no es baladí. Es la reafirmación de la construcción de un líder en la tempestad. Los ciudadanos están cansados de discursos vacíos y actuaciones alejadas del sentido común, y en esta situación extraordinaria aún más. Casi hasta la extenuación.

En la primera marejada de la crisis del coronavirus hay un reto que ha sabido entender Lambán: hay que decirle a la población que al miedo no se le responde con más miedo, sino con una valiente serenidad. Porque las ideologías aún siendo relevantes pueden ser desplazadas por las buenas ideas.

La urgencia del momento está muy por encima de un interés partidista o de la supervivencia política. La lealtad de Aragón con el Gobierno de España está más que contrastada por su flujo histórico pero, por la excepcionalidad, debe estar condicionada sin límites por la realidad sanitaria que Lambán bien conoce.