El movimiento independentista se ha autoconvencido de que siempre ha sido pacífico, y eso, siento decírselo, es una falacia. Y no me refiero a esta semana de pasión que ha vivido Cataluña. O no solo, por lo menos. Me refiero a que, cuando una mitad de la población se cree con el derecho a imponer sus ideas a la otra mitad, y tiene el aparato del Estado (el catalán, en este caso) de su lado, eso es violencia. Cuando cortan pacíficamente una autovía, y pacíficamente hay gente que quiere circular, y no le dejan, eso es violencia. Cuando hay una huelga política convocada, y hay personas que no la quieren seguir, y les obligan, eso es violencia. Es violencia que te dé vergüenza o miedo salir a la calle y decir que te sientes español. Es violencia que los periodistas sean agredidos, escupidos y vilipendiados por no ser de TV3. ¿O no es violencia que tengan que cubrir la información con el casco puesto?

Y quien siga diciendo que el movimiento independentista es pacífico, está sordo o vive fuera de la realidad. Muchos catalanes se han convencido de que tienen la superioridad moral, y eso los ha vuelto ciegos. Y es verdad que es pacífico que medio millón de personas se manifiesten por las calles defendiendo sus ideas. Desde luego. Pero ese medio millón, más los que esta vez se quedaron en casa, debería preguntarse si puede seguir yéndose a la cama cada noche con la conciencia muy tranquila, sin hacer examen de conciencia, montados en ese unicornio rosa que da el creer que tienes la razón. Cabalgando juntos hacia la independencia, mientras las calles revientan, sus hijos se enfrentan a la policía y luego se hacen un selfi con las llamas al fondo, mientras arde la ciudad.

*Periodista