China se ha convertido en la mayor economía del mundo en cuanto a su Producto Interior Bruto (PIB), y ha conseguido un mayor poder adquisitivo incluso superando al gigante EEUU. Es sabido que el país asiático ejerce un sistema de autarquía y despotismo hacia sus ciudadanos, esta forma de gobernar se ve reflejada cuando realiza movimientos que, por un lado, tienen apariencia de avance como la nueva ley que penalizará la violencia de género y que se aprobará a finales de este mes, porque aunque parezca increíble, este tipo de violencia no está condenada hasta ahora por la sociedad ni por las autoridades chinas, pero por otro, el poder intenta asfixiar cualquier iniciativa de apertura al exterior y de libre creación. A este tipo de gobiernos les pone muy nerviosos la cultura que, en definitiva, promueve criterios, así como los medios de difusión. Para controlar a la intelectualidad china, el Gobierno de Xi Jinping critica a sus artistas por crear obras de contenido vulgar en vez de promover los valores del socialismo y, aprovechándose de la también llamada burbuja artística, fomenta la vuelta al campo para los artistas, estos serán enviados a zonas rurales para formarse y crear mejores y más obras través de la convivencia que realicen, como si el talento fuera cuestión de respirar al aire libre, que en este caso no será tan libre. Una inmersión hacia valores que fluctuarían entre tufos maoístas y estalinianos que, en definitiva, no dejan de ser instrumentos de fuerza para controlar y dominar al pueblo. Es posible que los artistas, guionistas y escritores encuentren materia para poder realizar obras inspiradas en una realidad social nada recomendable, y a Xi le salga el tiro por la culata.

Pintora y profesora