Hay casos de vocación literaria que llaman la atención por su estado larval, primero, y por su eclosión, después. Uno de ellos puede ser, es, el de Carmen Santos.

Valenciana de origen, esta más que interesante escritora reside en Zaragoza desde 1981, donde compagina la práctica de la literatura --hasta ahora, casi secreta-- con las traducciones y clases del alemán. Lengua que domina porque su infancia, y su primera adolescencia, transcurrieron en Düsseldorf. Quizá aquella experiencia germánica le legara la necesaria fuerza de voluntad, y disciplina, para hacerse escritora de largo recorrido. Porque el nombre de Carmen Santos, que acaba de firmar con la célebre agente Carmen Balcells, va a sonar con fuerza en el futuro.

Su primera novela, que ya va por la segunda edición, se titula La vida en cuarto meguante y aborda el sugerente tema de una pasión erótica --y, también, amorosa-- entre una mujer de cuarenta y pico años y un joven y ocasional gigoló de poco más de veinte primaveras.

La protagonista, Alma Ferrer, ha llegado en su vida a un punto de no retorno. Su matrimonio ha entrado en crisis. Tiene dos hijos, mayores, que rondan la veintena, y ha vivido un par de aventuras adúlteras con finales más o menos amargos. Esa mujer, culta y sola, decide un buen día coger el coche y dirigirse a un pueblecito gallego para concederse unos días de reflexión. Pero, nada más llegar, conoce a Toño, el gigoló, y, sacudida por un impacto erótico que no puede controlar, se mete de pies y cabeza en su cama y en su vida.

La cama, en realidad, es la suya, la del hotelito costero donde Alma Ferrer da rienda suelda a sus instintos sensuales con aquel adonis proletario cuyas manos siguen oliendo de noche a las capturas de pescado del barco en el que faena. Toño, como poco a poco irá descubriendo Alma, no es, en realidad, un profesional. Las comadres del pueblo le revelan a su última amante que otras mujeres antes que ella pervirtieron su moral y le aficionaron a poner el cazo por cumplir de semental. Pero Alma, que empieza a enamorarse, buceará en su fondo, descubriendo, a pesar de la distancia generacional, de la diferencia de educación y cultura, que en el lenguaje del amor ambos pueden llegar a entenderse.

El tema, como les decía, es todo un clásico. Desde la formidable novela de Charles Webb, El Graduado , que Dustin Hoffmann inmortalizaría en la gran pantalla, al George Peppard y la Patricia Neal de Desayuno con Diamantes , sobre un relato de Truman Capote, con la bellísima Audrey Hepburn de por medio. Sin olvidar al pícaro extorsionista Fran Sinatra sacándole los dólares nada menos que a Rita Hayworth en Pal Joey .

Entre las turbulencias de la pasión, Alma Ferrer, la protagonista de La vida en cuarto menguante , tiene tiempo para expurgar su pasado. Integrante de la generación perdida de la transición, hasta su memoria regresarán los intensos setenta, Lou Reed, el póster del Che Guevara, los troscos, los afganos, la priva, los primeros amores, los primeros sueños.

Una novela difícil, pero bien resuelta gracia al excelente dibujo de sus dos caracteres principales, y del pulso de una excelente novelista.

*Escritor y periodista