La falacia ecológica es un error argumentativo que consiste en confundir las características del grupo con las de los individuos que forman parte de él. La Cumbre del Clima ha ofrecido un tipo distinto de falacia. Tiene más impacto hacia dentro que hacia el exterior y parece improbable que provoque avances en la lucha contra el problema que teóricamente afronta. Son acontecimientos frustrantes, centrados en la imagen y quizá inevitables.

El cambio climático es el desafío más grave que afronta la humanidad. No hay ninguna razón para considerar que la preocupación por el medio ambiente pertenece en exclusiva a la izquierda: visiones conservadoras (preservación), liberales (responsabilidad y libertad) y socialistas (naturaleza y sociedad) pueden compartir esa inquietud en la teoría. En la práctica, hemos visto que en España es una preocupación bastante transversal, partidos ecologistas europeos adoptan posiciones cercanas al liberalismo, iniciativas naturalistas empezaron con fuerzas de derecha, Marion Maréchal ha adoptado un discurso conservacionista, los países comunistas fueron agresivos con el medio ambiente.

Pese al énfasis en el progresismo, a veces prima una idea individualista: una salvación personal. De lo que se trata es de modificar hábitos a nivel micro: primero tranquilicemos la conciencia, luego ya veremos qué pasa con la habitabilidad del planeta. Esto puede ocultar aspectos estructurales: por ejemplo, la necesidad de medidas amplias sobre países y empresas más contaminantes o la relativa poca capacidad de actuación que tiene Europa. O choques inevitables, como el conflicto entre clases y preocupaciones materiales y posmateriales (un ejemplo son los chalecos amarillos en Francia) o entre países que alcanzaron un desarrollo temprano y aquellos que tienen una industrialización más tardía.

Una actitud honesta trataría de integrar esas visiones y buscar lo que nos une en un problema de muchas consecuencias y aristas. Eso no excluye la politización y la deliberación, aunque requeriría un espíritu constructivo para abordar las divergencias. Pero muchas veces el objetivo no es encontrar un consenso o actuar sobre el problema sino intensificar la polarización: se trata de moralizar un problema político y tecnológico siguiendo una lógica partidista. En una combinación de torpeza en la derecha, apropiación en la izquierda y tacticismo de ambos, convertimos el combate por el bienestar de la especie en otra refriega de una guerra cultural tan tediosa como estéril.

@gascondaniel