En Francia han prohibido las máquinas de venta de golosinas en los colegios. El Parlamento francés está muy preocupado por el sobrepeso de los jóvenes y quiere protegerlos. Es una excelente medida, aunque seguramente no servirá para atajar el problema, porque los jóvenes han sido educados --les hemos educado-- en la cultura de la golosina y del bollo. Primera hipocresía, igual que sucede con el tabaco: el producto es pernicioso, pero el Estado ingresa impuestos, hace caja y mira para otro lado.

En los mismos institutos franceses, las jóvenes podrán disponer de la píldora abortiva en el botiquín del centro y les será dispensada por la enfermera del centro sin necesidad de informar a los padres. Segunda y mucho más grave hipocresía: una adolescente no puede comer bollos o golosinas en el colegio, pero puede recibir sin problemas la píldora abortiva. Tercera hipocresía: en Londres se ha decretado toque de queda a partir de las 21 horas para los menores de 16 años que no podrán ir solos a partir de esa hora. No importa si el chaval o la chica están maduros para eso, o si van a casa de su abuela, o si sus padres les han dado permiso: a las nueve, todos en casa.

En resumen: los jóvenes pueden hacer el amor libremente, quedarse embarazados y abortar --incluso el colegio le facilita el modo-- y eso no preocupa a la sociedad. Que coman golosinas y bollos o que anden por la calle a las 21,30 horas, sí es un grave problema que hay que evitar. Esto sí que es educación en valores . Una sociedad hipócrita que mira hacia otro lado incluso cuando se trata de educar a sus jóvenes.

*Periodista