Que Beamonte agasajara a Casado en las fiestas de Tarazona (entre cohetes y tomatazos) deberíamos interpretarlo como la expresión de las aspiraciones conservadoras en Aragón, donde las derechas detentan hoy tan escaso poder institucional. El PP tiene aquí mucho recorrido hasta recuperar el gobierno de la autonomía, los ayuntamientos de Zaragoza y Huesca y las respectivas diputaciones provinciales. Y la clave para tal remontada no está tanto en la seminueva dirección regional como en el tirón del recién llegado líder nacional. Lo mismo sucede en el PSOE, en Ciudadanos e incluso en Podemos. Son sus jefaturas centrales y son los grandes asuntos de la política española los que determinarán en buena medida los próximos resultados electorales. El fenómeno será especialmente visible cuando llegue la hora de disputarse el Pignatelli.

Beamonte se apoyará en la buena o mala imagen de Casado, como Lambán (aunque no le haga mucha gracia) habrá de sustentarse en la personalidad política de Pedro Sánchez. Cs, a su vez, no tiene otra encarnadura que no sea la de Rivera y Arrimadas, porque en Aragón sus dirigentes regionales y locales son casi desconocidos. En cuanto a Podemos, su situación es tan complicada y tan llena de imprevistos... Más indeterminada puede estar la cosa en lo que a las municipales se refiere. El propio Beamonte, por ejemplo, es un alcalde de largo recorrido y personalidad muy notoria. Como puede llegar a serlo el oscense Felipe. Pero en Zaragoza todo está tan revuelto que ya no sabe uno qué será lo importante y qué no. Sobre todo si incluso los posibles candidatos socialistas llegan a las primarias entre sospechas por la manipulación de los censos, y Zaragoza en Común se abre por sus enmarañadas costuras. Mientras, en el teatro de la política española, los altos dirigentes se disputan a cara de perro señas de identidad, gestos y golpes afortunados. Las derechas han optado por irse a la punta de su banda, y los socialistas, animados por las encuestas, dan una de cal y otra de arena.