Pujol era Cataluña, él estaba plenamente convencido de ello y, lo peor, convenció al resto del país. Manuel Fraga fue un firme defensor del galleguismo, corriente intelectual que apareció a mediados del siglo XIX cuando se formuló como provincialismo y posteriormente como regionalismo. Fraga también era Galicia, y defendía la larga tradición cultural de su tierra y una idiosincrasia propia en un partido fuertemente centralizado como era el Partido Popular en los años 90. No hace falta recordar la identificación del País Vasco con el PNV, casi más en el exterior que en el territorio.

Pero si dejamos a un lado las tres reconocidas «comunidades históricas» a principio de la transición, algunas más ahora con las reformas de los Estatutos de Autonomía, la política nacional lleva varias décadas en una transformación que prioriza en la defensa de las identidades colectivas a las territoriales. Es difícil encontrar el comienzo de esta retroalimentación entre demandas ciudadanas y estrategia de partidos, y quién motivó a quién. En la primera década de los años 2000, los populares valencianos lograron aparecer como el único partido valencianista. Francisco Camps también quiso ser la Comunidad Valenciana, lo logró por un corto espacio de tiempo, pero la corrupción le estropeó la identificación. Susana Díaz lanzó su última campaña electoral más andalucista de la historia de su partido, dejando aparte las discrepancias con su secretario general, porque entendió que el enfrentamiento entre su territorio y los partidos de España vendía. Teresa Rodríguez también envolvió su campaña con la bandera verde y blanca, alejada de los símbolos nacionales de su entonces partido. Y ahora quiere convertir al que fue filial de Podemos, Adelante Andalucía, exclusivamente en un sujeto político andaluz.

Los llamados partidos nacionales también han explotado en sus respectivos territorios, los últimos treinta años la confrontación local/nacional. Ayer se desveló el cartel del PP en las elecciones gallegas. Se necesita lupa para ver el logotipo del partido, el nombre del candidato ni aparece, pero su cara, la palabra Galicia y la bandera autonómica lo cubre casi todo, menos una esquina muy pequeña donde asoma la bandera de España.

Ser candidato del partido sin que las siglas te quiten votos, recoger el sentimiento galleguista sin que el españolista te reste apoyos y al revés, jugar a todas las posibilidades para mantener la mayoría absoluta. Nuñez Feijóo entre el cesarismo y la galleguidad, es el signo de nuestros tiempos.