No sé si tengo más ganas de que abran los bares para ir yo o para que vuelva a su lugar el ruido de conversaciones llenas de supuestos datos irrefutables y opiniones de expertos sin nombre, del que solo se recuerda algo que tiene que ver con Singapur. Volver al bar y no salir, porque solía ser un ambiente libre de escrutadores de tu vida y de la ajena, igual después de la crisis eso sí que ha cambiado, y para peor.

Los vigilantes del balcón en lo más duro del confinamiento se han convertido en los guardianes de las aceras con testimonio gráfico incluido. Tan preocupados por los recortes de las libertades durante el estado de alarma, tan críticos con el abusivo control del Gobierno sobre la información para frenar los bulos, y somos nosotros los que vamos más allá, reconvertidos en custodios de la moral. No quiero imaginar cuando el sábado pueda salir el resto de la población, la bola de informaciones, contrainformaciones, pronósticos y reportajes fotográficos que vamos a tener que soportar. Siempre poniendo el objetivo en los demás, nos gusta más la responsabilidad individual de los otros que la nuestra. Nos hemos despertado avezados seguidores del ya te hago yo la autocrítica propia de la tradición marxista-leninista que no sé bien de dónde nos viene, no será por nuestra reciente historia.

Todo envuelto en un torrente imparable de declaraciones de expertos en cualquier área que conoce la verdad epidemiológica, mucho más que Fernando Simón y el Instituto de Salud Carlos III, que ahora resulta que está desgastado para ser el portavoz oficial sobre la enfermedad. Usar y tirar es otra de las costumbres a desterrar tras la pandemia y no solo en el reciclaje de residuos. Y el escrutinio de cada uno de los datos oficiales, las evaluaciones paralelas de cada tramo de la curva por matemáticos, estadísticos, economistas y diez profesiones más. ¿Y de los informes de centros de investigación e institutos internacionales? Que es admirable la capacidad de producción que tienen, la rapidez en los resultados y el número de los que están activos, mientras nos quejábamos de la falta de inversión en innovación y tecnología. ¿Y de las encuestas sobre los mejores liderazgos políticos en la crisis? Colocando a Trump y a Boris Johnson como los mejores gestores frente a políticos como Macron a la cola del listado. ¿Y los rankings que otorgan al género de los gobernantes un plus en el desempeño del gobierno? En esta confusión sobrevivimos, lo del clima de confianza y unidad igual es para la próxima pandemia.