Pese a todo, hay que vivir con esperanza; sin esperanza no hay futuro ni siquiera dentro de un rato. Supongo que las reflexiones de la víspera electoral y las más tristes del jueves, ha debido dejarnos a casi todos, una elemental conclusión: o esperamos o desesperamos. Más vale lo primero aunque los indicios nos hagan temer que la situación cabe todavía, que empeore.

A partir de mañana, los unos, los otros y los terceros ajenos de hecho a la lid electoral , debemos hacer los esfuerzos necesarios, para "recobrar la quietud y el seso" y olvidar los anormales días que precedieron al de hoy casi en medida superior a la soportable y no por culpa del común; ha sido un tiempo de fricciones, de ficciones y de promesas que acaso mañana, descubra a los que en ellas se embozaron. Quienes les escuchamos con más hastío que entusiasmo y tenemos ahora, el penoso o gozoso deber de votarles, también tendremos la obligación de aceptar a los que ganen y hasta de ayudarles. Esto es lo que hay pero no es cierto que la cosa no sea mejorable; ¿por qué maldita razón debería empeorar más, forzosamente?. Empleando el ánimo preciso, que no de otra manera, podríamos desembocar en una situación de relativa normalidad que propiciase discrepar sin reñir, si bien sea inevitable cierta desilusión por lo que parece que no alcanzan ni los filósofos: la convivencia pacífica de todos con la verdad y la justicia. Aprendamos otra lección: valen más votos que bombas

Nadie es tan bueno que no encuentre malo a alguien, escribía el bilbilitano Marcial. Pero en las campañas electorales la regla es distinta: nadie que no sea de los míos puede ser bueno y menos, tener razón. En las adversidades nos salvamos por la esperanza, como es bien sabido. Esperar no es sencillo y aunque la copla popular nos advierta que "quien espera desespera y quien desespera no alcanza", luego se corrige y añade algo más optimista: "por eso es bueno esperar- a no perder la esperanza". Necesitamos adquirir esa costumbre.

Desgraciados, si no esperamos. ¿Quién puede vivir sin confiar hasta ingenuamente si hace falta, que alguna vez seremos todos más respetuosos, más comprensivos y más sinceramente demócratas?. Votar hoy es más sencillo que aceptar mañana el resultado que las urnas traigan. La democracia bien practicada, es un profundo y constante ejercicio de virtudes humanas; ya se sabe, la virtud es fuerza, energía acumulada que deberíamos emplear para que aquella convivencia fuera posible a costa incluso, de lo que preferiríamos.

Bueno sería que los que tan duramente se han combatido comprendan "a la vista de lo visto", lo que hay de relativo en las contiendas electorales y acepten la "suerte de las urnas"; ciertamente, el triunfo y la derrota son "dos impostores" y así hay que recibirlos, sobriamente. Nunca comprendí el exceso de alegría de los vencedores, en las noches electorales ; los resultados de cualquier jornada de esas, solo son un test de voluntades y jamás un test de inteligencias.

Un consuelo para los derrotados: vale más sembrar otra vez, que deplorar la cosecha perdida. Pregúntense qué hicieron para merecer la derrota. Y una advertencia para los ganadores: no son nada que no lo fuesen ayer, sólo que tienen más limitaciones y compromisos a partir de mañana...

A partir de mañana, reprocharemos la escasa calidad de tantos candidatos pero ¿dónde están o donde se quedaron los que valen más que los presentados?. El panorama puede parecernos desolador (ojalá fuera desalador, ya saben) pero no son los pesimistas los que hacen que el mundo siga adelante. Deberíamos hacernos cargo de nuestro destino pero temo que aquí prefiramos que nos lo traigan envasado y listo para consumir.

Tenemos la sensación de que ese mundo no marcha pero nos cuesta reconocer que la responsabilidad también es nuestra. Nada habrá si nada o tan poco aportamos. "Nosotros", se lee en una carta del apóstol San Pedro, "esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva". Hazañosa intención desde luego, pero viable aunque sólo si todos contribuimos con un poco de lo propio o sea, de nuestros talentos; en otro caso, no. El futuro no será de los inhibidos y cómo son los más, suelen ganar las minorías aunque no lo parezcan; también sucederá en esta ocasión. En lo temporal y en lo trascendente, el remedio del ser humano emana del interior de cada uno de nosotros: siempre hay esperanza aunque dependa de lo que se haga por ella y de lo que se quiera a cambio. Encima, la paz cuesta muchas vidas inocentes y Dios quiera que no cueste más. "Dum spiro, spero", mientras respiro espero