Todas las empresas radicadas en Aragón, sean grandes o pequeñas, tienen nombre y apellidos. A casi todas las conocemos y con casi todas hay que hablar para conocer sus inquietudes. Detrás de cada una, hay personas y las ideas que las hicieron posibles. Muy pocas recibieron ayudas públicas económicas para su implantación y desarrollo. Muchas se conformaron con superar, de acuerdo con la ley, las cada vez más densas trabas administrativas, que las administraciones deberían revisar y agilizar una vez superados los miedos a las consecuencias de la corrupción. Estoy convencido de que el futuro de Aragón, va a depender más de la agilidad que demuestren las administraciones, que de la concesión de ayudas o subvenciones a fondo perdido. Hay en Aragón empresarios que quieren y no pueden o les desanima el cansancio, lo que resulta gravísimo para nuestra economía y empleo. Por ejemplo, no se puede tardar siete años en poner en marcha una residencia de mayores en Teruel, sin que nadie asuma alguna responsabilidad.

Ni ralentizar el desarrollo de 8.000 megavatios de energía renovable que, garantizando los equilibrios y respetando la opinión de los habitantes de las zonas, constituyen un futuro muy interesante para algunas zonas despobladas. Es necesario evitar que las mejores iniciativas duerman el sueño de los justos, en los despachos de las administraciones. Al papel hay que perseguirlo de registro en registro, de mesa en mesa, por todos los despachos y no perderlo nunca de vista, lo que no siempre resulta fácil.

Me consta que en Aragón hay iniciativas para casi todo, que solo esperan la señal de salida, un poco de cariño y una adecuada velocidad de crucero para sus tramitaciones administrativas. Empezando por todos aquellos proyectos que pueden ser declarados de interés autonómico, conforme a la norma que regula esta materia y que, en mi opinión -y algo tuve que ver en su aprobación-, debería ser mejorada. Reduciendo todavía más los plazos de tramitación y creando algún tipo de órgano de carácter trasversal, a modo de motor auxiliar de la administración autonómica, dependiente del presidente del Gobierno e integrado por funcionarios de diferentes especialidades: interventores, letrados, ingenieros, arquitectos, medioambientalistas, sociólogos, economistas, etc., con poder bastante, apoyados por la ley y dedicados en exclusiva a empujar por los recodos y vericuetos de las administraciones los proyectos más importantes para Aragón. Empezando por los que deberían sustituir a las empresas en crisis, por cualquier motivo, como los relacionados con el carbón y la transición ecológica.

Hay en la administración autonómica funcionarios y especialistas muy cualificados que, con las garantías jurídicas necesarias, podrían acelerar la marcha de Aragón hacia el futuro. Y el presidente Lambán tiene el peso político suficiente para conseguirlo. No creo que nadie se opusiera a esta idea. Idea que debería contar, de paso, con el apoyo de lo que se denomina sociedad civil o, al menos, de algunos de sus representantes más cualificados: organizaciones empresariales, sindicatos, sociedad económica, cámara de comercio, entidades financieras, asociaciones de todo tipo, clubes de opinión, etc. Un mundo en movimiento para hacer realidad lo que muchos desean y otros necesitan.

Hemos hablado hasta aquí de iniciativas económicas privadas, con resultados sociales y de empleo. También la administración pública debería mirarse al ombligo y revisar algunas ideas en cuanto a la manera de gestionarlas. Por ejemplo, la despoblación, sobre la que se habla mucho, atendiendo a lo que a cada sector le interesa -cada uno habla de la feria según le va en ella- pero sin aportar soluciones avanzadas y creíbles. Pedaleamos en el vacío en una cuestión que es trascendental para Aragón. Perder el tiempo es, junto a no utilizar el espacio, lo peor que podemos hacer los aragoneses.

Y si las administraciones se sienten incapaces o no pueden llegar a todo, planteen, con las garantías jurídicas necesarias, fórmulas de externalización, o nuevos métodos de tramitación más ágiles y complementarios de las funciones de la administración. No le tengan tanto miedo a que no sean funcionarios los que terminen por resolver algunos de los problemas que arrastramos desde hace muchos años.

Reconozco que me desespero cuando conozco los proyectos de muchos aragoneses o de foráneos que quieren instalarse en Aragón, y veo que no acaban de arrancar. Que pasa el tiempo y no se mueve un papel o lo hace tan lentamente que el promotor acaba desanimándose. Que, además, muchos emprendedores no piden ayudas económicas y, sin embargo, tampoco arranca el proyecto. Por eso intento aportar alguna idea. Aunque, en palabras de El Quijote: «El que busca lo imposible es justo que lo posible se le niegue». Espero que no suceda en este caso.