La muerte ayer en Aragón de tres pacientes contagiados de gripe A eleva a cuatro las víctimas mortales hasta el momento provocadas por esta mutación infecciosa que ha llevado a 150 personas a ingresar en los distintos centros sanitarios de la comunidad. Una de las víctimas es la primera que no tenía ningún tipo de patología previa a su ingreso. Es decir, alguien de mediana edad y sano no ha podido superar la grave infección mientras era tratado en los servicios de cuidados intensivos. Se salta así una de las argumentaciones en las que se ha refugiado el consejero de Sanidad, Ricardo Oliván, desde que empezó esta epidemia hace unas semanas, que los casos graves afectaban a personas con enfermedades previas, lo que las convertía en más vulnerables. Quizá el consejero intentó evitar la alarma social que siempre generan estas situaciones, pero la constatación de que su análisis ha sido superado por la realidad no hace sino acentuar la percepción de riesgo. Él mismo vaticinó 500 ingresos en las próximas semanas. Lo que no adelantó son los recursos excepcionales que debían atender esa potencial demanda. Y sigue sin hacerlo.