Hay que acudir a la RAE para precisar el término: «de calidad media, de poco mérito, tirando a malo». Cada vez percibo más preocupación por la mediocridad que invade la vida pública. Decía Goffman que la palabra carrera se ha reservado, tradicionalmente para quienes aspiran a escalar las sucesivas etapas que presenta una profesión honorable y en sentido más amplio a cualquier trayectoria social recorrida por cualquier persona en el curso de su vida. Mientras muchos jóvenes nada mediocres tuvieron que abandonar España, aquí florecen las carreras de mediocres en la política y en la vida pública en general. También en la universidad, (mediocres fundamentalmente incompetentes que superaron pruebas de entrada de manera incomprensible y que simulan enseñar lo que ellos siempre ignoraron a veces recorriendo a la grandilocuencia para que no se note). Oscar Wilde afirmaba que para ser popular hay que ser mediocre porque cada acierto nos trae un enemigo. Weber, al estudiar los partidos políticos los clasificaba en dos tipos: los patrocinadores de cargos y los partidos de ideología, es decir los que luchan por ideales políticos. Hoy los mediocres en el poder dirigen partidos del primer tipo cambiándose de chaqueta según convenga en el mercado electoral. Hay mediocres fontaneros que nunca dan la cara pero, cercanos al poder, se aseguran llegar a la jubilación cobrando del erario público. A Villalobos la retiran tras 33 años de mediocridad. El gran riesgo que corremos es que dirigidos por cada vez más mediocres tiremos a la basura derechos y conquistas de las últimas décadas.

*Profesor de universidad