Ayer se arregló la tarde, esos cielos prodigiosos, nubes reconvertidas al rosa mientras los boletines meteorológicos anunciaban lluvias y el gentío iba haciendo nervios prefestivos. La inminente semana santa hace arreciar los entrenamientos de bombos y tambores, desde Utebo hasta la desembocadura del trasvase, que es variable, según los días y la inercia del BOE. La semana santa hace subir la audiencia de los boletines meteorológicos. Ni siquiera el nuevo gobierno, ya más o menos completo, consigue tanta atención. Los preparativos de la fiesta son un tiempo robado al presente, un tiempo vivido en falso, con la mente y el cuerpo --ay, el cuerpo-- en otra dimensión, llena de anhelos y de imaginaciones. Estamos en uno de esos momentos no vividos, o mal vividos, un tiempo de espera y de nervios, tantas cosas que preparar, tanta faena que dejar adelantada, tantos nervios presemanasanteros. Los bombos, con tanto practicar, nos dan la semana santa ya hecha, ya vivida, en los meses anteriores, de manera que cuando llegue oficialmente ya la habremos descontado, ya estaremos en otra cosa, quizá pensando en volver, en el verano, en la boda, algo hay que enganchar para atravesar esos meses intermedios, esas incertidumbres diarias. Esos momentos en los que ya no tenemos ninguna capacidad de influir. Ah, nostalgia de los móviles. Pero ahora todo se va en el parte del tiempo, que si lloverá o bastará con un jersey, y todas las plegarias se van al Meteosat, que si va a anunciar lluvias deberá taparse con un trapo morado. Los bombos al atardecer, las horas alargadas y las expectativas de asueto ponen nervios por todas partes. El nodo de Aúna --antes Able-- sigue estropeado, dice el operario remoto que afecta a unos quinientos clientes de banda ancha de Zaragoza, aunque no pueda especificar más, el nodo es el A1-1, y a ratos parpadea, el pobre. Los hogares reciben un caudal de estreses complementarios, de la escuela, de los trabajos, de las confusas noticias del mundo, que se va deslocalizando, mundos variables, países del este que se van apuntando a la OTAN, que casi no significa nada, países que se ofrecen para ubicar futuras deslocalizaciones, benditos trenes de la CAF y otras siderurgias. La hostelería se prepara para quedarse, los nervios de la hostelería son inversos a los del que se va, nervios cruzados, mirando al cielo.

*Periodista y escritor