Según el Informe Pisa relativo a la ecuación en 30 países de la OCDE, los alumnos españoles de secundaria son los más ignorantes del orbe civilizado, pero ellos no tienen la culpa. Las causas inmediatas de su menesterosidad educativa y cultural son diversas y la mayoría están emparentadas, ciertamente, con la escasez de medios que el Estado destina a instruirles y desasnarles, pero el origen de esa catástrofe nacional para el presente y el futuro se halla, como no podía ser de otra manera, en el pasado: a nuestro atraso secular en materia educativa vino a sumarse hace unos 65 años, como puntilla, el éxodo forzado de la inteligencia española tras la victoria de Franco. Un país que, sobre convertirse en solar de ruinas tras la carnicería de la guerra, se queda sin maestros, sin poetas, sin músicos, sin pintores, sin científicos y sin sabios, cual le ocurrió al nuestro, ha de arrastrar inevitablemente durante mucho tiempo sus escalofriantes consecuencias. Nuestros chicos son ignorantes porque, ¿qué calidad real puede tener la educación que reciben del Estado inculto de un país inculto? La inteligencia de España fue expulsada y perseguida con propósito erradicador, y casi aquellos Millanes Astrays han visto cumplido su sueño.