(A M. Molinos y su quietismo)
Lo bueno es no hacer nada de nada
dejar pasar el tiempo en el espacio
primero plano y luego curvado
de un devenir adormecido y tibio
vagando por regiones estelares.
Tengo un rasguño nihilista y fláccido
un rasgo de carácter aún más plácido
capaz de cultivar rosas al viento
capaz de reflotar en pleamar
y suspenderme ingrávido en el aire.
Me gusta no hacer nada en absoluto
hacer algo es hacer algo obsoleto
y luego rendir cuentas al gobierno:
la mejor inquietud es estar quieto.
El italiano dulce no hacer nada
se une entre nosotros al sosiego
que es nuestra siesta tras la fiesta abierta
el llamado por Cela yoga hispano.
(Nuestra mejor terapia es aburrirse
la terapia del listo macilento
quien sabe que la inspiración es esto:
filtrar el ser al través de la nada).