Europa necesita desesperadamente un new deal y Jean-Claude Juncker quiere dárselo con un plan para movilizar 315.000 millones de euros en inversiones que impulsen el crecimiento mediante la construcción de nuevas infraestructuras, básicamente para el transporte y la energía. El presidente de la Comisión Europea cita como bondades de su proyecto la creación de hasta 1,3 millones de puestos de trabajo en tres años, un impacto macroeconómico de hasta el 3,1% del PIB y el uso de escasos recursos de la propia Unión (solo 16.000 millones), confiando en obtener el resto a través de los mercados y de la inversión privada. Pero el proyecto tiene una cara menos optimista. El aprovechamiento de los reducidos fondos europeos destinados al plan se hará revalorizándolos mediante los llamados instrumentos financieros, de infausta memoria ya que fue su uso y abuso lo que acabó por desatar la crisis financiera en Estados Unidos y después en la propia Europa. Está por ver si el sector privado se apunta al fondo, considerando que no es la primera vez que se plantea una operación parecida sin que nunca llegara a buen puerto.