Es obvio que Pablo Casado, con su aura aznarista y sus títulos académicos presuntamente obtenidos a lo Cifuentes, era un candidato muy goloso para las bases conservadoras (minibases, ¿no?), sobre todo en Madrid, Valencia y otras plazas genuinas. Encaja a la perfección en la naturaleza más oscura y derechista de un partido a punto de poner su futuro en manos de un joven apparatchik que a fecha de hoy solo tiene acreditado el Bachillerato. Porque Soraya Sáez de Santamaría lo va a tener crudo en el Congreso Extraordinario si los compromisarios de Cospedal le hacen luz de gas y apoyan al otro.

La Niña de Rajoy contra el Bachiller aznarista. Nadie se fía de nadie. Ayer las sospechas sobrevolaron las papeletas rellenadas a mano (¿?), las transparentes urnas de metacrilato, las opacas de cartón, los cruces de acusaciones entre los tres candidatos cuyos representantes no cesaron de amenazarse con impugnaciones y denuncias. Qué lío, por Dios. Qué votación más rara. Y la cosa aún no ha terminado.

Los todavía portavoces oficiales del PP, encabezados por Martínez Maíllo, glosaron durante la jornada el fraternal compañerismo que, según dijeron, reinó en la votación. Bueno... En realidad aquello fue un sinvivir y un sensacional navajeo. El recuento, un barullo. Porque para colmo se había acordado dar por válidos los sufragios donde los menguados inscritos hubiesen puesto de su puño y letra: Cospe, Pablo... ¡Santa María! Algunos jefes locales y provinciales llamaron a este maremagnum el Día de la Democracia.

Ahora, los entendidos aseguran que Casado lleva ventaja porque reunirá tras de sí a la derecha-derecha. Aunque, por otro lado, y tal como se están sucediendo los acontecimientos, nadie puede descartar que al celebrado clon de Aznar no le estalle en cualquier momento la licenciatura, el máster o cualquier otra trapisonda. A ver entonces.

En Aragón, como siempre. En el PP de Huesca y Teruel acertaron. En Zaragoza, donde ganó Cospedal, a Beamonte le salió una lambanada por su sitio. Vaya olfato, ¿eh?