Hay partidos de fútbol en los que uno se queda dormido en la butaca durante un buen rato y al despertar te cuentan que no ha pasado nada. Nada de nada. No te has perdido nada. O puede suceder que te vayas a preparar la cena y que de regreso con la bandeja al sofá el encuentro siga tal cual como lo dejaste. Lo mismo ha pasado en este verano zaragozano, tan desértico en lo cultural. La ciudad ha hecho nudismo a la barcelonesa, se ha quedado culturalmente con una mano delante y otra detrás, enfrascada en meandros, Romaredas y cotas. Si por un casualidad alguien se ha quedado un mes dormido o se ha marchado de vacaciones, la puesta al día se la ventila en un plis plas.

Mientras el Olimpismo nos traía a la carrera, los espectáculos zaragozanos desaparecían de la pista. Agosto vacío, plano; cultura en la cuneta y sin grúas. El desierto ha avanzado aquí unos metros más en este verano. El asunto de las bibliotecas cerradas contra natura sí se resolvió, pero, en cambio, la actividad de los espectáculos se ha evaporado. Nos hemos quedado como los patos del parque, sin agua y sin comida. Tanto hablar de la Zaragoza de los proyectos, de la ciudad del gran salto adelante, del recrecimiento, y otro verano más se nos cae la tensión al suelo. Además del sano ejercicio de terrazas, piscinas, etc, el tiempo libre del urbanita de estas fechas también demanda una buena oferta en el terreno cultural. Los alicientes han estado en otras partes de Aragón, que sí lo han montado bien. Muchos festivales ya están consolidados, otros se han creado o han ganado peso, interés, ambición. Ahí fuera hemos podido encontrar lo que no hemos tenido en casa. Lo uno no quita lo otro: la capital aragonesa merece pasar otros veranos, veranos calientes en cultura y complementarios con los diferentes certámenes, variando, quizá, los formatos. La parquedad en el presupuesto se ha convertido en un muro de lamentaciones. Lo mismo ha sucedido con los euros destinados al Auditorio, que este año cumple su décimo aniversario.

Culturalmente, Zaragoza debe desplegar un mundo interesante los doce meses del año, sin agujeros en el calendario. El ayuntamiento dice que está a dos velas, pero este es un motivo que no vale para echar el cierre durante tanto tiempo a la actividad cultural de una ciudad que merece más, mucho más.

*Periodista