Alaska y Coronas (La 2) se ha templado y todo camina por un buen cauce. Hacer un programa en directo pone de los nervios, es verdad, pero los dos presentadores tienen muchas horas de vuelo en cualquier plaza de toros. Dedicaron el programa a hablar de la televisión, lo que puede ser redundante y peligroso. Si le pides a un crítico o experto que te hable de su oficio, puede acabar metiendo un mandoble a lo que le da de comer.

¿Se puede criticar abiertamente este divertimento sin que te llamen la atención? Lo hicieron los invitados, entre ellos José María Íñigo, que acabó elogiando casi con exceso, los programas de televenta. Ah, vino a contar, qué maravilla que te vendan una serradora, dan ganas de comprarla y empezar a despedazar mesas y sillas.

Hablando de tele no podía faltar el fenómeno más impactante: Jordi Évole, que ya no sabe qué carita poner para que le crean que es un chico de barrio, que esto del éxito le viene grande, y que él solo se dedica a preguntar. A la gente no le gusta que los triunfadores le refroten por la cara sus méritos; ahí está el caso de Cristiano, que cabreó a medio planeta cuando afirmó que "me tienen tirria porque soy guapo, rico y meto goles". Siendo verdad, no conviene recordarnos que nosotros "somos pobres, feos y olemos mal". La tele proporciona unos minutos de gloria a cualquiera que asome el morro. Cada vez menos, porque ya cualquiera aparece en sus pantallas. Ahora se da otra moda: lo cool es no salir. ¡Eso sí que es moderno!