La semana pasada, el secretario de organización de la Asociación Aragonesa de Escritores convocó a un grupo de amigos en el foro cultural de El Corte Inglés para rendir homenaje a las víctimas de los atentados del 11-M. Este activo representante de los escritores aragoneses es también profesor de Derecho Constitucional y experto en derechos fundamentales del Estado, y en su calidad de pureta de la democracia como razón fundamental de convivencia en paz y libertad citó a amigos escritores, periodistas y militares para dramatizar unas lecturas y recitar unos poemas que hablan de amor y muerte. Este constitucionalista de postín es también un tipo bastante peculiar, pues además de teniente coronel en la reserva es subdirector de la Fundación María Domínguez, un foro de reflexión y debate próximo a los valores republicanos que defendió la primera mujer que fue alcalde en Aragón.

Una corteza con tanta enjundia social tiene que envolver a la fuerza una entraña fuerte y generosa, y debe ser por eso que recurrió a la novela póstuma de Dulce Chacón, La voz dormida, para rendir homenaje a quienes fueron víctimas en Madrid de la sinrazón política y religiosa, convencido como está de que la dignidad, el coraje, la solidaridad y la ternura son las únicas armas posibles para enfrentarse al odio.

Pues bien, este ciudadano que utiliza la literatura como ataque y la Constitución como escudo se llama Javier Fernández López y será, en horas, el nuevo delegado del Gobierno en Aragón y máximo responsable de las Fuerzas de Seguridad. Un poncio con mucho lustre.