Hace tres décadas y más que Ulrich Beck publicó su teoría de la sociedad del riesgo global. El sociólogo alemán podría haber empleado su tiempo y su inteligencia en argumentar por qué a la gente le da por comprar papel higiénico a mansalva cuando ve que el mundo se desmorona, pero por suerte prefirió explicarnos por qué los conflictos sobre la distribución de los «males» se superponen a los conflictos sobre la distribución de los «bienes» sociales que dieron lugar a los Estados de bienestar. «La sociedad del riesgo --decía-- 'no es una opción' que pueda elegirse o rechazarse en el curso del debate político. Surge a través del funcionamiento automático de procesos autónomos de modernización que son ciegos y sordos a las consecuencias y los peligros».

Hoy estamos bajo un estado de alarma en España como parte de un dominó de países donde unas fichas van empujando a otras, sin que la Unión Europea, que debería ejercer de paraguas, haya sido capaz de articular una estrategia común, abandonando a cada uno a su suerte, más allá de las recomendaciones de la OMS que no conllevan responsabilidad práctica o las dudas que sembró Lagarde desde el BCE, cuando se esperaba un mensaje tranquilizador.

Respuesta económica y soclal

Vivimos una situación extrema en cuanto a priorizar la salud de las personas, pero que tiene que dar también respuesta económica y social a los ciudadanos y a las consecuencias de parar un país para que no salga de aquí, una vez superada la fase crítica de la pandemia, todavía más desigual y más roto.

Estamos ante la gran ocasión de cerrar filas en lo fundamental de una civilización. En los últimos años nos sobran los ejemplos para alimentar la desconfianza, desde la gestión de la crisis económica de la última década a la de los refugiados, pasando por cómo dar salida al 'brexit' o cómo frenar los nuevos neofascismos. La Humanidad no puede sacar mucho pecho precisamente, pero ahora mismo no queda otra que asumir esta crisis como una oportunidad de redimirnos. El margen de mejora es casi ilimitado.

Desde ya, la necesaria coordinación de diferentes áreas técnicas y políticas van a poner a prueba nuestras instituciones y nuestra propia sociedad de riesgo, por no incidir en la responsabilidad individual de cada uno. Crucemos los dedos, vamos a ver si esta vez sale la cara de la moneda y logramos pasar a la historia por algo más que el dudoso honor de sobrevivir a la guerra del papel del culo.