La riqueza se basa en tener para poder. El poder que se construye a base de tener es autoritario por definición. La identificación de lo que somos con lo que poseemos nos lleva a diferenciarnos de los demás. La educación, junto a la genética, construye la personalidad. Pero la excesiva dependencia del entorno hace que los humanos reconstruyan, o destruyan, su identidad para amoldarla en función del poder o su ausencia.

Surgen así comportamientos erráticos en los que la persona, tras un trauma o crisis grave de salud, no se reconoce. Unas veces, quiere darle importancia a lo que no supo ni quiso disfrutar en su momento. Otras, no es capaz de reconducir su nueva individualidad y cae en el abandono o la depresión. Nos sigue costando explicar que las personas no se hacen con lo que tienen sino con lo que son. Nuestra sociedad no se ha hecho para separar estos conceptos. Si no tienes, no eres.

Quizás sea la mejor excusa para evitar asumir que, junto a nosotros, conviven muchas personas que están en la pobreza o en grave riesgo de caer en ella. No tienen casi nada y, de esta forma, ya solo les queda perder su reconocimiento existencial por nosotros. La acción psicosocial de las administraciones públicas, junto al apoyo económico, son instrumentos básicos que necesitamos para no perder a quienes son de los nuestros. Más, en estos momentos de crisis económica con un paro que sigue aumentando.

Las dictaduras aprovechan su poder autoritario para gobernar, pero sobre todo para enriquecerse. Si el acceso a la jefatura de un país provenía de la violencia, no parece menos ético apropiarse de cuanto poseían sus adversarios. Hemos tenido que esperar al siglo XXI para que una sentencia reconozca que la ocupación ilegal de un pazo es una 'okupazón'.

La familia Franco debe devolver lo que no es suyo: el Pazo de Meirás. Es un delito menor en relación con los asesinatos y torturas que cometieron los golpistas. Se suma a otros expolios de los que siguen disfrutando, en democracia, sus herederos. No habrá paz para los malvados.

En España se ha inaugurado un curso político que no terminó. De hecho ha comenzado igual. Las reuniones de Sánchez con líderes de otras fuerzas políticas perfilan la negociación presupuestaria.

El objetivo de Casado es romper el gobierno, aunque le cueste España. Cuando una fuerza, como el PP, dice que no puede llegar a acuerdos porque hay un gobierno de coalición con Podemos, su política se rige por la falacia «ad hominem». Es decir, lo que importa es quién y no lo que se dice o hace. Es también la excusa para impedir la renovación de órganos constitucionales.

Cuando manda el PP los diseña a su estilo, o cambia la ley para hacerlo con mayoría. Cuando está en la oposición se queda de «okupa» y bloquea la renovación para que sigan los que puse yo. Exijo «fair play» a los demás y aplico «dirty play» para el resto. Arrimadas dice que podría apoyar unos presupuestos «sensatos y sin ideología». Lo primero es lógico y lo segundo imposible.

También dijo que fueran morados o moderados, (o moderadamente morados) creo, así que es posible un acuerdo que incluyera a los de Iglesias. La otra noticia tiene más que ver con el poder que con el gobierno. La posible fusión de Bankia con Caixabank acapara la atención económica. Nosotros los salvamos y ellos se juntan. En Cataluña pintan bastos. Torra expulsa del gobierno a tres consejeros tras la guerra desatada por la fractura del partido que impulsó a Puigdemont.

Agente republicano

Si nuestro mejor agente republicano es el rey emirato, el arma secreta contra el independentismo es el presidente catalán. Nada mejor que una buena escisión para solucionar este conflicto. En Madrid la ayusada semanal ha consistido en aglomerar a profesores, para hacerse una prueba de contagio, antes de comenzar las clases.

Si consigue contaminar a todos podrá privatizar la enseñanza, tal y como ha hecho con Ribera a la salud del virus y su negocio. Está crecido el alcalde de Madrid, Martínez-Almeida, nuevo portavoz popular. Como se venga arriba le puede soltar en cualquier momento a Iñigo Errejón eso de: «yo soy tu padre». Y nadie se extrañaría.

'Dipucrilatos'

En Aragón hubo pleno en el parlamento. Las mamparas de separación entre escaños han convertido a nuestros representantes en 'dipucrilatos'. Alguno ha pedido que fueran tintadas y otros insonorizadas. Pero la transparencia es tendencia y decencia. El idilio que se vio en la Aljafería con Ciudadanos es el deseo de Lambán para Sánchez. Que no se olvide que necesita dinero desde Madrid y apoyo de la izquierda aragonesa. Igual es más beneficiosa una mayor sintonía entre D. Javier y D. Pedro, que de este con los naranjas.

Comienzan los colegios con renueva renormalidad. Si llega la tercera sería, como la república, la vencida. La universidad tendrá un cursus interruptus y los jóvenes alternarán las clases. Vamos lo que hacíamos antes, pero en plan oficial.

Azcón sigue con su guerrilla multicolor contra la Moncloa para ocupar escena. Intenta dividir al PSOE y a la izquierda. Tanto afila los colmillos que se lastimará solo. Defender más ingresos eludiendo que sus penurias son responsabilidad de Montoro, tiene poca defensa.

El poder de la derecha para tener, sin dejarnos ser, es para ocupar y preocupar. Tanto hablar y resulta que, como los Franco, los okupas son ellos.