Cada vez hay más pruebas de que la humanidad, en lugar de avanzar, retrocede.

¿Un ejemplo? Tal como se hacía cincuenta años atrás, María Lucía Sánchez, más conocida como Malú, ha decidido tener en su casa el hijo que espera con Albert Rivera. El parto se ha programado para uno de estos días y los padres, de común acuerdo, han renunciado a utilizar las maternidades de la Seguridad Social española, esa que el antiguo político calificaba como la mejor del mundo, o cualquier centro privado, aterrados ante la posibilidad de resultar contagiados por covid-19.

En Venezuela, saltando el charco, y asimismo en proporción inversa al desarrollo de la humanidad, sucede lo mismo que ya pasaba antes sin necesidad del coronavirus: que las mujeres, en las maternidades públicas o privadas del país, se arriesgan no solo a perder a sus hijos sino a dejarse la vida ellas mismas en quirófanos sin incubadoras, sin material estéril, ventiladores o monitores de signos vitales.

Desde el 2016 no hay estadísticas, pero se sospecha que la mortandad de madres y bebés se ha disparado en Caracas un 50%. Julia Turkewitz e Isayen Herrera, del 'New York Times', han acompañado a varias mujeres en su odisea para alumbrar un hijo. A Milagros Vásquez, una de ellas, antigua estrella del deporte universitario, que salió de su pueblo en mototaxi y a través de tres ríos y dos rutas de bus llegó a Caracas para ser rechazada por tres hospitales, uno tras otro. ¿Motivos? No había médicos (la mayoría ha huido del país), no había enfermeras, medios quirúrgicos... Finalmente la atendieron en la Maternidad Concepción Palacios, pública, antaño modélica, hoy escenario de una película de zombis. Su bebé murió al día siguiente, por causas poco claras, y se negaron a extenderle un certificado de defunción. Otras muchas embarazadas tienen que parir en las escaleras o en los vestíbulos de esos hospitales, auxiliadas por sus familiares.

El sátrapa venezolano, Nicolás Maduro, ha alentado a sus ciudadanas «a parir y parir». «Todas las mujeres —sentenciaba recientemente súper bigote— deberían tener seis hijos para que crezca la patria».