El proceso de elecciones primarias en el Partido Popular está resultando más interesante por lo que callan que por lo que dicen los candidatos.

Ya advertía Heidegger que el silencio es el modo más auténtico de la palabra. Antes que él, Kierkegaard había observado que el más seguro de los mutismos no consiste en callar sino en hablar. Extraigo estas citas de El hombre y las cosas, de Jean Paul Sartre, concretamente de su crítica literaria dedicada a El extranjero de Albert Camus, un personaje (Meursault, el protagonista), un hombre, que lo era más por las cosas que callaba que por las cosas que decía en el teatro del silencio, como lo llamaba J. J. Bernard.

En el alborotado teatro del Partido Popular hay pocos extranjeros pero seguramente muchos militantes que estos días estarán contemplando el proceso de elección interna de candidatos a la presidencia como una reducción al absurdo sartriano, a la nada existencialista y acaso, estando a tiro de piedra los comicios municipales y autonómicos, a la nadería electoral.

Las casi dos semanas que aún quedan para dirimir la pugna entre Soraya Sáenz de Santamaría y Pablo Casado pueden convulsionar más el partido de lo que ya está tras la derrota de su secretaria general, María Dolores de Cospedal, sentenciada a pasar a segundo plano (los populares no van a perder nada) y el nada sorprendente retorno del aznarismo, resucitado en la figura del vicesecretario de Comunicación, el joven Casado, de quien casi nada se sabe, pues casi nada ha hecho.

Soraya, es un suponer, representa el presente del marianismo, la continuidad de las políticas de Mariano Rajoy, el ala blanda, centrista del partido, todo ello entre comillas. Al otro lado, Casado aglutinaría el ala dura, desde el conservadurismo clásico hasta la frontera con la ultraderecha, recuperando la mano dura de Aznar en política de impuestos, orden público y damero internacional (atlantismo pro-yanqui). Pero todo esto también entre comillas, pues ninguno de los dos candidatos ha expuesto con suficiente claridad ni sus ideas ni sus proyectos.

Para ello, y teniendo en cuenta que uno de los dos tendrá serias posibilidades de llegar a ser presidente del Gobierno, sería imprescindible, para criterio de la militancia y cortesía con el resto del país, que se enfrentasen en un debate público.

De lo contrario, seguirán hablando como El extranjero de Camus .H