Le aplican al que fuera ministro de muchas y variadas carteras durante la Transición, Pío Cabanillas, las frases «al suelo que vienen los nuestros» y «el adversario se sienta enfrente, el enemigo está dentro» pronunciadas en los momentos de desintegración de la Unión de Centro Democrático, la UCD de Adolfo Suárez, que en poco tiempo pasó de gobernar España a desaparecer después de mil batallas dentro del partido. A día de hoy, 40 años después, servirían ambas frases para aplicárselas a todos los partidos políticos, prácticamente, que siguen teniendo unas luchas internas cada vez menos soterradas. Una gran mayoría de políticos pretende ocultar estas disputas y habla, de forma eufemística, de confrontación de ideas o debates internos, aunque la realidad es bien distinta, lo sabe todo el mundo, y si no, algunos bien se encargan de decirlo públicamente.

En Aragón hemos vivido dos casos muy recientes. El más evidente, la fulminante destitución del líder de Podemos, Nacho Escartín, que de la noche a la mañana tuvo que abandonar la secretaría general del partido en la comunidad por orden de Pablo Iglesias. Nunca ha sido hombre del líder, y sabido era, pero el hecho en sí no parece que tenga mucho que ver porque el aragonés llevara una política errática sino porque el nuevo vicepresidente segundo del Gobierno central ha decidido zanjar la polémica interna y apostar por otro. O por otra. Aquí, poco debate interno. Luchas intestinas, más bien.

Lo de Ciudadanos también es muy evidente. En España y en Aragón. Mientras Arrimadas e Igea discuten públicamente, en la comunidad, Daniel Pérez está claramente en minoría en el grupo parlamentario que él preside y del que aún es portavoz. De momento, figura en la lista de la candidata a liderar el partido naranja, pero en Aragón muchos hablan y no callan de lo que se está haciendo, otros aspiran a ser los jefes y algunos están afilando cuchillos por lo que pueda pasar, bien sea para defenderse o para atacar. Son más discretos que en otras formaciones, pero los ciudadanos ven claramente hacia donde camina este partido.

Públicas son las desavenencias entre los líderes socialistas de España y Aragón, Pedro Sánchez y Javier Lambán, respectivamente. Y también con otros miembros del PSOE. Pero más claro aún se ve cuando la pasada semana el exsecretario general del PSOE y expresidente del Gobierno de España, Felipe González, dijo en Zaragoza que no se sentía representado por la actual dirección de su partido, a lo que apostilló el presidente aragonés que Felipe «es el hombre de Estado más importante del siglo XX». Es decir, hacía un mano a mano con el ex en contra de Sánchez. Todo el mundo lo entendió así. El nombramiento de Pilar Alegría como delegada del Gobierno en Aragón, que sorprendió a Lambán, las desavenencias que han existido con los socialistas de Huesca (ahora no) y que existen con algún parlamentario nacional aragonés, son solo luchas de poder.

El relevo en Chunta, con la elección de Joaquín Palacín como líder ha abierto un periodo distinto y difuso. Se preguntan algunos si el partido son los cargos o las bases, y todos ven una pugna política que, de momento, solo sirve para rebajar expectactivas cada vez más.

En silencio, PAR y PP viven sus momentos de disputas internas. El vicepresidente del Gobierno de Aragón, Arturo Aliaga, tiene mucho movimiento en contra en Teruel, y hay quien también le reprocha que no celebre el congreso del PAR. Intenta rearmar el partido, pero hay muchos que quieren colocarse y que no solo no le están facilitando el trabajo, sino que le intentan poner trabas. Hay pocos cargos y mucha gente y eso produce algo más que peleas por dentro. En el PP aragonés parecen vivir un momento dulce. La alcaldía de Azcón da la impresión de que ha dado armonía, aunque dicen que por dentro las espadas están en alto, a la espera de lo que pase en Galicia y Euskadi.

Luchas de poder, todas, que desmotivan al afiliado de base (se ve claramente en Ciudadanos, cuyos votos ya se fueron a otro lado en los últimos comicios), que cree profundamente en la ideología del partido y que se avergüenza del espectáculo mediático protagonizado por sus propios líderes. Pero no solo es eso. También perjudica al conjunto de la sociedad, pues el debate personalista acaba eclipsando al verdadero debate político necesario en las diferentes organizaciones para dar respuesta a los grandes retos que debe afrontar cada territorio. Y aquí en Aragón se está viendo claramente. Solo hay que analizar con cierto criterio lo que semana a semana se ve en las Cortes...

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