Las imágenes del acercamiento de las activistas de Femen al cardenal Rouco y su séquito no tienen desperdicio. Cinco chicas valientes a pecho descubierto gritando sus lemas contra la ley del aborto de Gallardón. Hace falta mucho valor para aguantar el frío de estos días en Madrid y desnudarse de cintura para arriba para mostrar sus cuerpos como si de grafitis se trataran. Hay que reconocer que lo hacen bien. Saben elegir los escenarios. En esta ocasión la llegada de Rouco y su séquito cuando se disponían a entrar en una iglesia. Aunque lo que más me ha llamado la atención no son ellas, sino ellos, los curas. Hay que fijarse de nuevo en las imágenes para comprender el mensaje (están en Youtube). Ante la presencia de las chicas, siempre con los brazos en alto para mostrar sus lemas y su indefensión con los pechos al aire, asombra ver las cabezas bajadas de los sacerdotes para no verlas (¡vade retro!), inclinados, humillados, avergonzados, temerosos, con miedo a ser contagiados por el demonio en forma de mujer. No hubo agresión en ningún momento por parte de las feministas, como dijo Tele Madrid en sus des-informativos, sino que la agresión se produjo cuando los párrocos con caras de un odio infinito las agarraban con fuerza por las muñecas y las apartaban del círculo de seguridad del cardenal. Si hubieran tenido guantes asépticos se los hubieran puesto. Son rostros que reflejan asco, repulsión, rabia y mucha agresividad, incluso violencia. Las cinco activistas que no tocaron a los curas les lanzaron bragas pintadas de rojo. Una buena metáfora de lo que significa ser mujer. Pero también se vio entre las sotanas a una mujer mayor, llena de escapularios, que atacaba y empujaba los torsos desnudos de las chicas, armada con una especie de bolígrafo en su mano izquierda. Luchar a pecho descubierto se refiere al valor de alguien que defiende sus ideas sin protección, como hacen las mujeres de este país contra la agresión del Gobierno y de la Iglesia al meterse en asuntos privados que solo atañen a la voluntad libre de las mujeres. Así nos va: una gran parte de la población se manifiesta todos los días en las calles sin protección y sin medidas de seguridad. Mientras que hoy hay una mujer, la señora de Urdangarín, a la que todas las fuerzas de seguridad del Estado, incluidos los antidisturbios, los GEO con francotiradores en las azoteas, perros y helicópteros se pondrán a su servicio para protegerla, esconderla, encapsularla, en su esperada declaración ante un juzgado como imputada por delito fiscal y blanqueo de capitales. Como este artículo lo escribo antes no sé cómo habrá bajado la dichosa rampa Cristina de Borbón: si a pie, en coche o en una nave espacial. Sinceramente, me da lo mismo. Lo que está claro es que su reino no es de este mundo, y que a ella este país le importa un carajo.

Periodista y escritora