La batalla interna que el Partido Popular va a protagonizar, o a padecer, de aquí al 20-N acaparará una considerable parcela de la actividad política regional.

Hacía mucho tiempo, más de una larga década, que en el seno del partido conservador no se producía una confrontación de estas características. La última pugna fraternal, allá por los umbrales de los años noventa, tuvo como enconados adversarios a José Ignacio Senao y a Luisa Fernanda Rudi. Senao gozó de una corta época de esplendor, y de alguna sonada victoria congresual, para acabar rindiendo pleitesía al cortés concilio de Lanzuela, y siendo absorbido por la corriente oficial. Cuyo equipo rector, curiosamente, empleó al lugarteniente de Senao, José Atarés, en plan Bruto, para despojar del poder provincial a su ceremonioso señorito.

Pero aquel segundón de El Vallecillo fue creciendo al calor de su propio rescoldo. Astuto y paciente, Atarés sirvió con aparente unción a Rudi hasta hacerse con la Alcaldía de Zaragoza, para establecer desde allí una red de apoyos que ha ido desarrollándose sin prisa pero sin pausa en medio de múltiples episodios, intrigas y vicisitudes, hasta conformar un pequeño ejército de militantes capaces, en cualquier momento, de plantar cara al aparato de Gustavo Alcalde, y hacer tambalearse la poltrona del presidente regional. Y ese momento, al parecer, ha llegado.

Ahora que hablábamos de Bruto me viene a la memoria el gran Diderot, quien, en su Vida de Séneca , se hacía eco de un viejo y sabio proverbio italiano: Morto il serpente, non ¨ morto il veneno . Muerto políticamente el fatuo Gallardón, le sobrevive el delicioso veneno de la revuelta interna, de la reforma, del cambio necesario. Y ese mensaje, atrevido y sutil como un embriagador perfume, es el que Atarés ha encapsulado en sus cartas a la militancia, perfumadas con el aroma del ganador.

En dichas misivas, hábilmente redactadas, Atarés, el Espartaco de los desheredados de Arenas, el ibérico jabalí ya levantado en armas, llama a una revolución desde abajo, desde las bases, convoca a una auténtica involución del corpus de compromisarios y se niega a aplazar más tiempo la necesaria renovación. El exalcalde ha colgado al fin su melódico acordeón, y se ha dejado de templar gaitas, para empuñar el timón de un barco ligero y frágil, pero cuya tripulación, si es lanzada al abordaje, puede desarbolar al lento galeón del almirante que naufragó en aguas del Ebro. Porque Alcalde, pasmado ante el motín, y escaso de munición, no reacciona, no manda.

En su comunicado a los 13.000 militantes aragoneses del PP, Atarés vincula expresa y respetuosamente su opción a la figura de Rajoy. Quien, por cierto, no le ha desautorizado con rotundidad. Y yo no descartaría, en el fondo, que Rajoy, que nunca comulgó con Rudi, y a la vista de los resultados electorales de Alcalde, que lleva palmadas cuatro elecciones consecutivas, acabe confiando el partido en Aragón a gente más joven, más liberal y menos quemada que la vieja guardia, que ya era vieja al nacer.

Atarés ha cruzado el Jalón. Al loro.

*Escritor y periodista