El informe anual de Reporteros sin Fronteras (RSF) no deja lugar a dudas: el ejercicio del periodismo entraña riesgos crecientes en muchas partes del mundo. La ligera disminución del número de profesionales de la información asesinados --75 en el 2013 frente a los 90 del 2012-- se explica en parte por el aumento de la censura y la autocensura, y en paralelo hay otro dato mucho más inquietante: los periodistas secuestrados fueron 87, un 129% más que el año anterior. El conflicto de Siria ha contribuido de forma directa a ese crecimiento exponencial por los más de 40 informadores retenidos en ese país árabe, entre ellos Marc Marginedas, de EL PERIÓDICO, privado de libertad desde hace cinco meses, y los también españoles Ricard García y Javier Espinosa. La guerra civil siria ha confirmado un alarmante fenómeno que se había intuido en los años anteriores: los periodistas han dejado de ser respetados en las guerras y se han convertido en un objetivo más de los contendientes. Frecuentemente, su presencia resulta incómoda incluso para la parte presuntamente débil y agredida. Por eso cobra más importancia que haya testigos directos de lo que ocurre en esos escenarios del horror y lo cuenten al mundo. Lo recordó ayer el presidente del Parlamento Europeo, Martin Schulz, que admiró el coraje de quienes se juegan la vida para informar. "Sin periodistas no sabríamos nada" de las atrocidades que se cometen en Siria, subrayó. No es el único lugar con gran riesgo para los informadores. Desde China a México, desde Ucrania a Pakistán, 178 periodistas fueron encarcelados y más de 2.000 agredidos o amenazados el año pasado.

SIN CAPACIDAD CRÍTICA

La crisis del periodismo se ha convertido en un lugar común en los últimos años, y es incontestable que la relación de los medios con quienes los siguen ha sufrido grandes transformaciones por la eclosión de tecnologías que permiten la comunicación masiva e instantánea a lo ancho del mundo. La gratuidad de mucha de esta información circulante ha introducido el espejismo de que quizá es posible el periodismo sin periodistas. Pero nadie debe llevarse a engaño: sin profesionales bien preparados y dispuestos es imposible un periodismo merecedor de tal nombre. Y sin él, una sociedad se empobrece y pierde capacidad crítica y tarde o temprano deviene menos libre.