Cuentan algunos cómicos que nunca la televisión había ofrecido tanto trabajo como ahora; están radiantes, a la espera de que el teatro puro y duro florezca de nuevo, quizá cuando se entienda que encarecerlo con impuestos suele desanimar a los espectadores. Mientras tanto la tele va creando espacios donde estos actores, chistosos o no, sacan para llenar la nevera.

Me resbala (Antena 3) ha repetido curso dado el inesperado éxito que obtuvo en su primera edición. Aquello es como el recreo de un internado, donde el padre vigilador (Arturo Valls) se une a los alumnos para provocar gamberradas. Ocho cómicos por semana (siempre con Florentinto Fernández como fijo) se presentan dispuestos a convertirse en niños. Esa es la exigencia. Si uno es remilgado, con pudores y sentido del ridículo, no sirve para ese espacio donde hay que hacer la gallina o caerse por una rampa al 25% de inclinación. Haces el capullo, es cierto, pero pagan muy bien.

El humor en estos tiempos casi deberían expenderlo en las farmacias, pagando. Por fortuna es gratis. Plantarse ante la tele, tras una jornada de agobio, es de las mejores cosas que a uno le regala la vida, que suele proyectarse desde la televisión. 13 TV ha prohibido a Wyoming que utilice sus imágenes, porque detecta que solo las necesita para la chanza y la burla. Es cierto. Wyoming ha disfrazado a sus chicos de tertulianos de 13 TV y el resultado es más ridículo que la realidad. Es el humor. Algo que anima el rato en la cola del paro.