Los presupuestos que el vicepresidente Pedro Solbes concierta con los grupos parlamentarios afines serán los de más compleja negociación política de toda la legislatura. Bajo el principio de la estabilidad presupuestaria, pero abandonado ya el dogma del déficit cero, el Gobierno socialista no está en condiciones de abordar en este primer ejercicio las grandes cuestiones de Estado pendientes. Blanquear las deudas y gastos que no contabilizaba el Ejecutivo del PP ha elevado el déficit público, pero permitirá --si nuestra economía crece-- que el año próximo se puedan tratar los problemas aparcados por José María Aznar: la financiación autonómica, la reforma fiscal y la actualización de las pensiones.

Los grupos que respaldan al Gobierno, que carece de mayoría para aprobar en solitario los presupuestos, saben que Solbes necesita la credibilidad y el margen de tiempo que le otorgarán estas primeras cuentas. En consecuencia, las conversaciones abiertas ayer no deberían crear grandes enfrentamientos. Pero Solbes debe hacer el esfuerzo de acercar posiciones en las cuestiones planteadas por el Gobierno de Aragón con respecto a la deuda sanitaria, una cuestión que dejó pendiente el anterior Gobierno central.