Las obras que se inician en Zaragoza suponen siempre un punto de fricción, esencialmente con los comerciantes y vecinos de la zona en cuestión. Pasó, por citar solo dos ejemplos, con la remodelación de Independencia y con la construcción del tranvía. Ahora le toca a la calle Don Jaime I. La intención municipal de nivelarla hasta el Coso ha despertado las críticas de comerciantes y vecinos. Posiblemente se siga el mismo guion que en las otras ocasiones, tras las molestias puntuales --como ocurre con cualquier obra-- se llega al reconocimiento de que el resultado es positivo y hasta mejora el atractivo de la zona, con las consecuentes ventajas de revalorización de negocios e inmuebles. Cuestión de paciencia.