«Con la que está cayendo: prudencia, responsabilidad». Amanecemos y nos acostamos con este gran mantra. Autoridades sanitarias, políticas, periodísticas…, parecen tener el mismo guion en el cerebro, no se cansan de repetirlo una y mil veces, y el pueblo secunda, aunque sea con la boquita pequeña como sus dirigentes. Ojo con las voces discordantes, las que van al dato, analizan, ponen en cuestión muchas de las restricciones impuestas como medidas anticovid por parte de los distintos ejecutivos autonómicos, que van dando palos de ciego, y que no están siendo en muchos casos coherentes con la realidad pandémica existente en sus territorios.

España está muy lejos de la deseable inmunidad de rebaño, ya nos lo pone de manifiesto el porcentaje de seroprevalencia que es del 9,8%, pero aunque las cifras han empeorado estos últimos días (el efecto puente, Black Friday…), los indicadores son mucho más halagüeños que hace un mes, al menos en Aragón, que mantiene la tendencia descendente en el número de casos y en la incidencia acumulada (estamos mejor que en el resto de las comunidades). Todavía preocupa la presión hospitalaria en las ucis, pero se ha reducido a la mitad. ¿Por qué no ver el dato en positivo y dejar de amedrentar constantemente? Tener pensamientos de ese calibre no tiene porqué ser sinónimo de relajo en los cuidados, de bajar la guardia y no tomar precauciones, ni tampoco de enajenación transitoria o fiebre negacionista.

El bicho es un hecho, sí, pero tengamos un poquito de precaución porque se nos está colando por la puerta de atrás, el más peligroso de los bichos, el de la intolerancia, y con ella de la mano, la violencia, el desprecio y el odio, el más mortal de los virus.