El siglo XX fue un periodo de clara y rápida evolución en la historia de la humanidad y en muchas ocasiones de apuesta importante: el avance de la técnica, las transformaciones sociales, la apertura de los mercados y la desaparición del concepto de las distancias en las comunicaciones.

Todos estos cambios afectaron a las estructuras empresariales abriéndolas y permitiendo a los pequeños ahorradores participar en las grandes empresas, que su capital se viese remunerado a través de los beneficios empresariales, en España todavía tenemos el recuerdo de las viejas matildes (las acciones de Telefónica) que repartían sus dividendos al cierre de cada ejercicio y veían incrementar sus ahorros con las ampliaciones de capital, en muchas ocasiones gratis.

La bolsa para estos pequeños ahorradores tenía la facultad de un refugio que a largo plazo, en la práctica anulaba el riesgo de los altibajos de las cotizaciones y sin embargo respondía a la elemental premisa de continua y permanente recompensa de sus ahorros. En la actualidad es preciso comprar y vender de manera permanente, para conseguir algún resultado, no siempre positivo y con la necesidad de poseer cada vez mayores conocimientos tanto del mercado como de economía.

Pero el siglo XX ha traído grandes ventajas a la sociedad, también algunos costes de cierta importancia, la competitividad de los mercados ha conllevado inestabilidad laboral creciente y en esto hay pendiente una transformación y adecuación de estos cambios laborales. El sector financiero, principal precursor de estas liberalizaciones, para sectores distintos al suyo, sigue pidiendo a los trabajadores por cuenta ajena, que para ser solicitantes de préstamos tengan contratos fijos, ardua tarea la que todavía queda por hacer.

PERO EL FIN principal de esta reflexión iba encaminada a dos protagonistas abandonados por igual en la economía actual, pero que sin embargo entre bastidores ejercen un papel protagonista de primer nivel, que por su calidad y cantidad son claramente irremplazables en esta función del teatro económico de la vida.

Las pymes y los pequeños ahorradores, nunca noticia pero ejemplares constructores de la economía real, son lo que apuestan cada día por convertir su esfuerzo individual en una mejora de sus condiciones que debe aportar al modelo, más ético, más transparente y más participativo.

La falta de capitalización de las pymes impide en muchas ocasiones su correcta financiación y por ende afrontar proyectos empresariales con garantía suficiente de éxito, pero no podemos exigir que los gestores sean además inversores y garantistas. En definitiva, el mundo de la pyme es un verdadero milagro que representa la gran mayoría de la economía. En España, más del 90% de las empresas son pymes y el 70% de la masa laboral activa está en ellas.

La constante salida de los ahorradores de las empresas que cotizan en bolsa, nos lleva a la conclusión de la falta de cualquier papel de estos en ese contexto. Los pequeños ahorradores en su globalidad son los accionistas mayoritarios en el conjunto de todas estas grandes empresas y sin embargo su criterio no se tiene en cuenta a la hora de la toma de decisiones, ni en la estrategia de éstas.

HAN APARECIDO últimamente cifras que señalan la retirada de inversiones de pequeños ahorradores en estas empresas; se calcula que en los dos últimos años han sido 300.000 los accionistas. Si calculamos que la media de inversión podría estar en 20.000 euros, estaríamos en un total de 6.000 millones de euros, los ahorros que han salido de las grandes empresas. ¿Dónde ha ido este dinero? Desde luego no a las pymes, que sería un empuje para su correcta capitalización.

Si se creasen instrumentos suficientemente seguros y ágiles estaríamos ante una dirección muy apetecible para el pequeño ahorro; las pymes podían remunerarlo de acuerdo con sus propias circunstancias como organizaciones, estos accionistas podrían conocer de forma directa las empresas donde han invertido su dinero con una relación dinámica y abierta entre ellos y los gestores.

Las pymes españolas deben buscar el capital en los mercados financieros que les son cercanos y comprometidos, deben tener cara y ojos y mantener una preocupación constante por esa economía productiva que no necesita de los sistemas especulativos de la bolsa. Son posiciones de tranquilidad que además les permitan evolucionar para enfrentarse a mercados competitivos y abiertos.

Debemos abrir un debate en profundidad sobre este modelo económico para los verdaderos protagonistas de la economía real y tanto las asociaciones de las pymes como representantes de los ahorradores conformar un punto de encuentro que nuestros políticos puedan articular para hacerlo viable y legal.

*Presidente de la sociedad Aragonex