¿No les parece que el ámbito de la política tiene demasiada presencia en los medios? En la televisión, seguro que sí. Y no es bueno; alguien sentenció que cuando mejor funciona un país es cuando el ciudadano cree que la democracia es aburrida. En estos momentos, la política contamina cualquier espacio, cualquier programa. Que un personaje como Paquirrín dedicara el otro día un poemilla a la vice Sáenz de Santamaría, pidiéndole que recortara gastos, es todo un síntoma. De que algo pasa.

Leon Tolstoi publicó Anna Karenina en 1877, en formato folletín. Tuvo un éxito rotundo porque supo retratar la decadencia de la sociedad zarista, con tintes románticos. La novela ha sido mil veces llevada al cine y Tele 5 también compró esta miniserie, que al ofrecerse en dos capítulos galopaba sin resuello. No le ha acompañado el éxito. Pero servía para escenificar esta tendencia de las teles actuales por ofrecernos grandes culebrones de lujo en escenarios exóticos. Por ahí van los tiros; Atresmedia acaba de embarcarse con una productora británica para rodar una cosa de misterio. Es decir, elegimos dos propuestas: la política cruda y vulgar de corrupción y miseria, al lado de producciones en paraísos románticos de glamur y sobreprecio. La mezcla ideal sería que una cadena afrontase otro tipo de paraíso: los paraísos fiscales. Eso que denuncia estos días por las radios Herve Falciani, con su lista de 130.000 evasores fiscales. Él podría ser un perfecto guionista. Y les aseguro, esa serie me la tragaría.