Por fin los 600 niños que esperan desde hace diez meses en un orfanato ruso a que su familia española de adopción vaya a por ellos van a poder salir de allí. Nada menos que trescientos días llevan, unos y otros, esperando ese momento. Los más pequeños, afortunadamente, no se habrán enterado de nada, pero sus papás españoles llevaban trescientas noches sufriendo por una aberración, y un sin sentido, del gobierno ruso. En un ataque de humanidad, el pasado mes de septiembre bloqueó las adopciones con España para evitar que las parejas homosexuales y monoparentales acogieran a uno de esos pequeños. Y las bloqueó todas, sin excepción, incluidas aquellas que estaban a punto de materializarse. Sin un ápice de sensibilidad, impidió a decenas de parejas españolas recoger a sus hijos cuando ya lo tenían todo preparado: los billetes de avión, la habitación del pequeño y la escolarización en un centro español. Al menos, esta semana ha abierto el grifo de las adopciones a las parejas heterosexuales tras meses de negociaciones con el gobierno español. Todavía pasarán semanas hasta que los padres y madres de acogida puedan viajar a Rusia para recoger a los niños, pero, por lo menos, tienen el consuelo de que podrán ir a por ellos y formar la familia por la que llevan años peleando. Pero Rusia, el principal país al que acuden las familias españolas para adoptar, sigue enrocada en su ceguera. Da su visto bueno a la acogida de parejas heterosexuales, pero cierra definitivamente la puerta a que esos niños sean adoptados por personas solteras o parejas del mismo sexo. Prefiere que un niño siga en un centro de acogida antes que vivir con una pareja de gays y lesbianas. Como si fueran la peste. Pero esta cruzada contra ellos viene de lejos. En junio de 2013, Vladímir Putin firmó una ley que prohíbe la propaganda de la homosexualidad y, año sí, año también, prohíbe las marchas del Orgullo Gay. Además, varios grupos extremistas les tienen en el punto de mira. Seguramente, alguno de ustedes todavía tendrá en la retina las vejaciones a las que dos salvajes sometieron hace unos meses a un chico ruso homosexual. Pero volvamos a las adopciones. Rusia no es una excepción. China, el segundo país al que más acuden los españoles, también cierra la puerta a que gays y lesbianas adopten. Y la lista de países sigue, y sigue. El ejemplo ruso demuestra que queda por hacer. Ojalá cualquier niño que espera una familia pueda escribir eso de "queridos papá y papá". Periodista