Las especiales circunstancias que ha vivido el Real Zaragoza este verano, con el cambio de etapa y la vuelta de la esperanza, no pueden ser el refugio para que, una vez iniciada la competición, al equipo se le juzgue por el juego que practica y los resultados que consigue. Hay que reconocer las dificultades para articular una plantilla con las condiciones impuestas por la situación económica, pero si se está en la liga se compite en ella. Y ayer, ante el filial del Barcelona, el Zaragoza no mostró la calidad y contundencia que se le debe exigir.