Teruel, la madre de todas las batallas, visita a su zaragozana madrastra para pedir el pan del presupuesto, el favor de la rosa socialista, y que la justicia actúe contra el olvido. Será un domingo, el que viene, escenográficamente curioso; mientras la Guardia Civil desfile por Independencia, los turolenses lo harán por calles periféricas. Tambores con aire a milicia, junto a reivindicativas tamborradas: un poco la piel de toro, la de siempre, la que no cambia o permanece.

La gente de Teruel estaba quemada con el profesor de Georgetown, y mucho, pero ahora sus justas iras se han vuelto contra el dialogante árbitro de Moncloa, José Luis Rodríguez Zapatero, quien anduvo en campaña mareando la perdiz del dichoso AVE, y hasta citó a Teruel en su discurso de investidura, pero se ha echado atrás. La condena a la alta velocidad por Teruel, primero del PP, ahora del PSOE, no ha sido conmutada, y es ya perpetua. Otras ciudades menores, gracias a las artes de Bono, tendrán su AVE, su foco de comunicación y desarrollo; pero Teruel, no. ¿Por qué?

Nadie, en puridad, ha sabido responder a una pregunta que debiera haber resultado innecesaria, pero que ha terminado enunciándose en mayúsculas, a flor de pancarta, en cabecera de una manifestación continua. Marcelino Iglesias, vía Morlán, ha ofrecido a la provincia el sucedáneo del corredor del norte, pero esa variante ferroviaria no ha satisfecho a los usuarios, que seguirán exigiendo lo que meridianamente consideran suyo.

Desde el punto de vista político, el PSOE, al desestimar la petición popular, ha cometido uno de esos errores básicos, gruesos, que a posteriori carecen de compensación. Supongo que tanto el PP como el partido en el gobierno, a la hora de consagrar estas chapuzas, se escudan en el análisis electoral, cuyos guarismos, efectivamente, se mantienen netamente favorables, comicio tras comicio, a ambas fuerzas hegemónicas. Curiosamente, la avalancha reivindicativa de Teruel Existe, como ya he comentado en alguna ocasión, no se ha traducido hasta la fecha en voto de castigo, misterio que nadie ha sabido intelectualmente resolver. Llama la atención el hecho científico, con pespuntes masoquistas, de que esas políticas hostiles, desde los gobiernos centrales, hacia la provincia olvidada, no hayan hecho sino acrecentar su aceptación y éxito. El día que Teruel sancione su oposición en las urnas las cosas cambiarán de la noche al día, pero como esta reacción o censura no se ha producido, y siendo muy pocos los votos a repartir, el ministro de turno se desfonda el AVE por los forros del presupuestos, y pasa de invertir.

Teruel, en cualquier caso, hace bien en exhibir las banderas del descontento o la frustración. Su lucha no se limita a la alta velocidad; reclama más fondos europeos, otras políticas demográficas, nuevas autovías y carreteras, mejoras en la sanidad y en la educación, impulsos al turismo rural, a la difusión patrimonial, y un nuevo concepto de economía industrial que se aleje de las "prácticas coloniales" aplicadas, según la Coordinadora, a la extracción de materias primas.

¿Utopía? No, claro que no. Justicia equitativa, simplemente, y un lugar al sol del futuro.

*Escritor y periodista