Los resultados de las elecciones europeas del pasado 25 de mayo han supuesto un terremoto político en nuestro país, tal y como lo demuestra el número de viejas glorias que se están marchando de la política profesional, empezando por el propio rey Juan Carlos. Sin embargo, no parece que ese terremoto pueda lograr la regeneración política que la sociedad española está demandando.

Tal y como se está llevando a cabo esa supuesta regeneración que pretenden vendernos los partidos y hasta la propia casa real, todo parece reducirse a cambiar unas personas por otras, cuando en realidad no hay más que sentarse en la barra de un bar, o en una terraza, para darse cuenta de que lo que la gente quiere es una forma de entender la política profesional desprovista de los múltiples privilegios que hoy tienen los políticos, y la existencia de contrapoderes populares que impidan la corrupción que invade a la práctica totalidad de los partidos, de los sindicatos y, en general, de todas las instituciones.

En una época donde hay un elevado porcentaje de familias sin ningún salario, donde crece el número de familias que pierden sus viviendas, donde más de la mitad de los jóvenes está en paro, donde miles de familias no tienen nada que darle de comer a sus hijos, donde la sanidad pública es cada vez más cara y de peor calidad, donde la escuela pública está siendo desmantelada en beneficio de la privada, donde la ley de dependencia cubre cada vez menos las necesidades reales de las personas dependientes y de sus familiares, por citar solo unos pocos ejemplos sangrantes, no es de recibo que los políticos cobren unos sueldos muy por encima del salario mínimo interprofesional, que dispongan de planes de pensiones con unos privilegios que no se otorgan a ningún trabajador honrado, que a pesar de sus elevados ingresos tenga el pueblo que subvencionar los comedores de los parlamentos, y lo que es más grave: que muchos de ellos ni siquiera se contenten con ese montón de privilegios y que acaben robando a mano armada, conchabados con determinados empresarios y banqueros sin ningún tipo de escrúpulos morales.

No creo que los gerifaltes de todos y cada uno de los partidos políticos sean tan estúpidos para no darse cuenta de que lo que el pueblo está pidiendo no es que cambien a menganito por fulanito, sino que se terminen de una vez por todas esos privilegios y que en este país surja un nuevo modo de entender la política más igualitario, menos corrupto y en el que el pueblo sea consultado a la hora de tomar las grandes decisiones. Es decir, una política en la que el pueblo sea el auténtico artífice de la misma en lugar de los que integran la casta de los privilegiados y las cúpulas de los partidos o de los sindicatos.

No creo que esa regeneración de la vida política española se consiga con listas cerradas o abiertas, con primarias en las que participen solo los militantes o todo el mundo, con que quien encarne la jefatura de los partidos sea una mujer o un hombre, un joven o un anciano. A pesar de que no soy experto en cuestiones políticas, yo creo que esa regeneración solo podrá lograrse si el pueblo se organiza en movimientos vecinales y sociales poderosos, susceptibles de presionar a la casta política para que se abra un proceso constituyente del que surja una nueva constitución en la que cada poder disponga de un contrapoder popular, que si no puede evitar la corrupción, al menos la haga más difícil.

Analizando el empuje que tuvo en las pasadas elecciones europeas el partido Podemos, pensé que era pasajero, ya que era un atractivo refugio que permitía dar un guantazo simbólico a la casta política que hasta ahora había gobernado, sin comprometer el futuro económico de España. Sin embargo, viendo el modo de entender la regeneración democrática de los partidos hegemónicos españoles, consistente en un simple pase de modelos, me da la impresión de que su éxito no fue tan pasajero como parecía, ya que el enfado de la gente con los privilegios de los políticos tradicionales aumenta cada día de forma exponencial. Por desgracia, no hay más que leer su programa y escuchar las proclamas de sus gerifaltes para darse cuenta de que, en caso de que se convierta en alternativa de poder, el desabastecimiento y la pobreza que se está viviendo en Venezuela podría darse aquí también. Por eso, no entiendo cómo el resto de partidos se limitan a intercambiar unas personas por otras en lugar de sentar las bases para una regeneración total de la vida política española, a no ser que lo único que pretendan sea acabar consigo mismos. Catedrático jubilado, Universidad de Zaragoza