Aunque la noticia quedó en segundo plano, ayer fue el día histórico en que un presidente español, José María Aznar, puso las primeras piedras de las obras del trasvase del Ebro. Como parte del ritual, introdujo en los nichos preparados al efecto en tierras de Murcia y Almería jarras con agua de nuestro río. El carácter electoralista de estos actos no pudo ser más estridente. En vísperas del inicio de la campaña, el PP paga con agua de Aragón y Cataluña los votos que espera recibir en el Arco Mediterráneo.

Aznar prometió que los tramos de tubería destinados a trasladar caudales del Ebro van a ser iniciados de inmediato. Sin embargo, buena parte de las obras actualmente en marcha son mejoras en los sistemas de riego locales, que podrán ser usadas para el trasvase... o no. En todo caso, esta inauguración preelectoral sólo puede ser entendida como un desafío definitivo y crudo a todos los aragoneses que durante estos tres años no han dejado de manifestarse contra el PHN y sus pretensiones trasvasistas. Las propias declaraciones hechas ayer por el todavía presidente del gobierno español tuvieron una contundencia retadora inaceptable e impropia de quien dice defender la integración de España.