En el inicio del Debate sobre el estado de la comunidad, Luisa Fernanda Rudi, hizo lo que se esperaba (cantar las excelencias de su Gobierno y anunciar el final de la crisis) pero también se sacó de la manga propuestas que nadie había previsto. En lo que podría considerarse todo un golpe de efecto, planteó una batería de medidas de regeneración, la primera de las cuales sería la reducción del número de diputados en las Cortes autónomas. Tal propuesta contiene aspectos interesantes, pero no deja de ser una forma de evadir otros enfoques de la discusión que va a continuar hoy y mañana.

¿EL FINAL DE LA CRISIS?

"(...) Con el esfuerzo y sacrificio de todos, hemos puesto fin a la crisis que ha atravesado nuestro país y hemos situada a Aragón en excelente posición para desempeñar un papel protagonista en el nuevo escenario económico". Esta afirmación de Rudi dominó el grueso de su intervención. Crecimiento, creación de empleo, nuevas oportunidades, reformas, credibilidad... todo un catálogo de aspectos positivos desfilaron por un discurso que se ciñó estrictamente a los argumentarios del PP para proclamar la recuperación con estadísticas convenientes, obviando circunstancias como la baja calidad del empleo que se crea, la cortedad del crecimiento, la inestabilidad de todos los indicadores, el deterioro de los servicios públicos y el incremento de la desigualdad.

Y es que Aragón no va bien. La deuda pública aumenta. El Gobierno no ha conseguido cumplir el objetivo de déficit. El malestar de la ciudadanía no deja de aumentar mientras empeora la capacidad asistencial de las administraciones.

EN NOMBRE DE LA REGENERACIÓN

Adelantándose a estas consideraciones, Rudi se alzó en la tribuna de oradores para plantear en nombre de la regeneración cinco medidas, algunas de las cuales (suprimir el aforamiento generalizado de los diputados autonómicos, desbloquear las candidaturas o prohibir que sean candidatas persona pendientes de juicio oral) son interesantes. Pero la reducción del número de diputados es algo muy discutible. Si se trata de ahorrar en sueldos, el recorte sería casi ridículo. El golpe de efecto requerirá en cualquier caso empezar a trabar de inmediato un consenso político que en estos momentos no existe.