Dicen las malas lenguas --rumore, rumore -- que Silvio Berlusconi ha tomado posiciones frente a la tómbola de la Expo, y acapara todo boleto que sale, para tener más chance en la rifa.

Dicen las malas lenguas --rumore, rumore --, que los señores comisarios vuelan en los aviones privados del magnate, o en supersónicos de la fuerza aérea italiana, y que la tripulación no escatima reverencias ni sonrisas para que los árbitros del BIE se sientan a gusto, relajados, un poco como si ya estuvieran en casa, al calor de o sole mio .

Dicen las malas lenguas --rumore, rumore --, que il cavaliere ha recibido a las delegaciones de jueces con honores de Jefe de Estado, alojándolos en sus lujosas villas y ejerciendo para ellos todos sus talentos de anfitrión latino, que son jugosos y múltiples, no en vano lo han llevado a donde está. Dicen, dicen... ¿Será verdad, o no lo será?

Frente a tanto supuesto agasajo y dispendio, frente a tanto jet y tanta y simpática jeta, y a los ochocientos y pico millones de euros que el gobierno transalpino le ha destinado a Trieste para ponerla guapa, los nuestros, fieles a la tradición patria, hidalga y monástica, agotan sus últimos cartuchos enarbolando una vez más la seriedad del trabajo bien hecho, objetivo, técnicamente correcto, pero cuya financiación se fía a la esperanza del éxito y a la dádiva del tacañón Pedro Solbes, que está haciendo méritos para que Belloch lo una a la comparsa de Cabezudos, en la que, por cierto, aún resiste como puede El Morico los resabios o pudores de la comunidad musulmana.

No consta, aunque todo pudiera ser, que ZP, en la línea del comendattore , haya invitado a los comisarios del Bureau a una cena en la bodeguilla de Moncloa, con el fantasma de González tiñendo de nostalgia los fastos de Sevilla y Barcelona 92, ni consta que Zapatero se los haya llevado un fin de semana a León, a pescar en Babia, o a recorrer las minas de oro de Las Médulas, donde tantos ocultos tesoros brillaron a los ojos de los cónsules... romanos. Ni siquiera Rubalcaba, sochantre de elecciones ignotas, se ha tomado la molestia de llevar a los jueces a una corrida de toros, a ver a Jesulín de Ubrique y a Francisco Rivera Ordóñez. Que sepamos, tampoco nuestras ministras Loewe han partido complementos con las dignas damas extranjeras que acompañarán a sus incorruptibles maridos en la sesión de París.

Así, sin jetas ni jets , sin la palada de euros, sin otra diversión que pasearse por Ranillas o comprobar que el Rey de España es, en efecto, de carne y hueso, y que también lo es, aunque no lo parezca, la mística vicepresidenta del gobierno, María Teresa Fernández de la Vega, nuestros amigos del BIE deben debatirse entre Santa Teresa y los Borgia.

Una vez reseñados los menos escabrosos rumores de doping que acompañan el sprint final de la Expo, diré que no tengo duda alguna sobre la honestidad de los jueces, ni sobre su capacidad para resistir cualquier tentación. La Olimpiada de Grecia limpió el patio de cara a París. Aunque, como dice un refrán italiano, que Berlusconi no desconocerá, morto il serpente non ¨ morto il veneno ...

*Escritor y periodista