No todo tiempo pasado fue mejor. Si repasamos la crónica de la humanidad, veremos que es un relato de crueldad y de terror. Lo que ocurre es que, las masacres, la esclavitud y los éxodos no han sido televisados hasta antes de ayer. Tampoco existía Facebook, ni Instagram o Tik Tok para esparcir de manera exponencial nuestra ira o mala leche. Pero, en general, no somos peores que antaño.

Debo abordar a menudo el tema de la violencia en sus formas más variadas, con los alumnos, pero también en foros de expertos, incluso de espontáneos, de los que expresan lo primero que les viene a la mente. Habré oído mil veces eso de que la agresividad es algo innato, propio de la naturaleza humana, cuando lo que menos encaja en el concepto de “humano” es, precisamente, el adjetivo “natural”.

Para bien o para mal, nuestros ancestros abandonaron sus instintos y comenzaron a pensar, a crear e inventar, con todos los riesgos que ello supone, y sabiendo que arrastraban tendencias atávicas difíciles de superar. Las pasiones violentas son nuestra parte, digamos, más biológica, mientras que los comportamientos que han requerido de inteligencia, empatía y generosidad, son lo que nos caracteriza verdaderamente como humanos. Decir, por ejemplo, que siempre ha habido acoso escolar, al menos desde que existe la escuela, es igual de estéril que afirmar que siempre hubo violencia doméstica, al menos desde que se creó la familia. Pero las ventajas de la escuela y de la familia superan a sus posibles inconvenientes y, tal vez, nuestro reto como homínidos del siglo XXI sea tratar de prevenir tales riesgos.

La verdad es que no está el tema como para pontificar, ni yo tengo una respuesta. He escuchado demasiadas veces que la solución estaría en la educación, en nuestros primeros años. Tal vez tengan razón y deba ponerse tanto empeño en el aprendizaje de valores y de fortalezas como el que se usa para que sepamos multiplicar o apreciar la poesía. Una tarea ingente que de nada serviría si no viene apoyada por el entorno más próximo y por los incontables canales por los que llega la información a un niño. Son necesarias las campañas contra el acoso y el maltrato, y más todavía, aprender a ver y a desmontar a ese terrorista que puede estar viviendo en lo más profundo de nuestra caverna.