El chiste no es nuevo. pero viene a cuento. Sobre todo ahora, cuando se conocen las consecuencias del derrocamiento (democrático) de Mariano.

Cuentan que el presidente de Ucrania salió para España con nuestra moción en marcha, desconociendo de qué iba la cosa. El visitante aterriza en Madrid sin enterarse de nada. Llega por fin a las puertas de La Moncloa y sale a recibirle un tipo joven, de uno noventa, percha de galán y un traje impecable, que le sonríe y le invita a pasar en correcto inglés. Entonces, el ucraniano, perplejo, con la foto y el perfil de Rajoy todavía en la cabeza, se vuelve hacia su ayudante y le susurra: Joder... ¡Cómo gana este tío en persona!

Esa misma sensación se extiende ahora por España. El supuesto Gobierno Frankenstein se ha presentado en sociedad como un equipo compacto, muy serio, muy profesional y de alto nivel. Desde luego, no parece un Ejecutivo improvisado para salvar año y medio de mandato. Suficientemente centrado (conservador, si quieren) en Interior, sutilmente progresista en otros departamentos, indudablemente ecologista y esplendorosamente feminista. Patricia Botín le ha dado el nihil obstat. Pero también destacadas figuras de la lucha por el medio ambiente, economistas, científicos, mandos policiales y mandamases de los centros de poder europeos. Si la derecha (o algunos barones socialistas) pensaba que Pedro Sánchez se iba a rodear de mediocres y que carecería de discurso programático, empiezan a comprobar que no será así. Se ha dado por seguro que el secretario general del PSOE fue a la moción de censura en un rapto de audacia, jugándoselo todo. Pero llevaba algunos ases en la manga. Estaba en condiciones (¿por sondeos o conversaciones previas?) de asegurarse, en caso de éxito, la rápida conformación de un Ejecutivo potente.

Vamos de sorpresa en sorpresa. Aquí nada está asegurado. Por ejemplo: ahora parece que el PP no retirará de los Presupuestos las inversiones en el País Vasco. Teme quedarse sin votos allí arriba. Y Ciudadanos, desaparecido, no dice ni mu.